lunes, 3 de julio de 2017

SEMANA DEL 3 AL 9 DE JULIO 2017

Domingo 9 



Ayudemos a “los residentes forasteros” a servir felices a Jehová
“Jehová está guardando a los residentes forasteros” (SAL. 146:9).
 
  “Quiero”  (84)
1, 2. a) ¿Qué penalidades sufren algunos hermanos? b) ¿Qué preguntas se plantean?
“CUANDO estalló la guerra civil en Burundi, mi familia y yo estábamos en una asamblea —cuenta un hermano llamado Lije—. Veíamos a la gente correr, disparar... Mis padres, mis 10 hermanos y yo escapamos solo con lo puesto. Parte de mi familia consiguió llegar hasta un campo de refugiados de Malaui, a 1.600 kilómetros (1.000 millas). Los demás acabamos en lugares diferentes”.
La cantidad de personas que han huido de su hogar por culpa de la guerra o porque son perseguidas asciende en todo el mundo a más de 65 millones, la cifra más alta jamás registrada.* Miles son testigos de Jehová. Muchos de ellos han perdido a seres queridos y casi todas sus pertenencias. ¿A qué otras circunstancias difíciles se enfrentan? ¿Cómo podemos ayudar a estos hermanos para que “sirvan a Jehová con regocijo” a pesar de todo? (Sal. 100:2). Y ¿qué debemos recordar cuando predicamos las buenas nuevas a los refugiados que no conocen a Jehová?

LA VIDA DE UN REFUGIADO

3. ¿Por qué llegaron a ser refugiados Jesús y muchos de sus discípulos?
Cuando Jesús era niño, él y sus padres vivieron como refugiados en Egipto después de que el ángel de Jehová le advirtió a José que el rey Herodes quería matar a Jesús. Permanecieron allí hasta la muerte del rey (Mat. 2:13, 14, 19-21). Décadas más tarde, los primeros discípulos de Jesús “fueron esparcidos por las regiones de Judea y de Samaria” por culpa de la persecución (Hech. 8:1). Jesús había predicho que muchos de sus seguidores se verían obligados a escapar de sus hogares. Dijo: “Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra” (Mat. 10:23). Huir de un lugar, sea cual sea el motivo, no es cosa fácil.
4, 5. ¿A qué peligros se enfrentan los refugiados en a) su huida? b) los campos?
Los que se ven obligados a huir encuentran peligros en el camino o en el campo de refugiados. Gad, un hermano menor de Lije, recuerda: “Yo tenía 12 años. Caminamos durante semanas y vimos cientos de cadáveres. Tenía los pies tan hinchados que le dije a mi familia que continuara sin mí. Pero papá no estaba dispuesto a dejarme en manos de los rebeldes, así que me ayudó. A veces, lo único que comíamos era los mangos que encontrábamos por el camino. Orar y confiar en Jehová nos ayudó a sobrevivir cada día” (Filip. 4:12, 13).
La mayor parte de la familia de Lije pasó años en los campos de refugiados de las Naciones Unidas. Pero allí no estaban a salvo. Lije, ahora superintendente de circuito, cuenta: “Casi nadie tenía trabajo, así que se dedicaban a contar chismes, beber, apostar y robar, y eran inmorales”. Para contrarrestar estas malas influencias, los Testigos tenían que estar muy ocupados con las actividades de la congregación (Heb. 6:11, 12; 10:24, 25). Usaban bien su tiempo, muchos sirviendo de precursores, a fin de conservar la salud espiritual. Recordaban que, igual que los israelitas habían salido del desierto, ellos algún día saldrían del campo. Eso los ayudaba a tener una actitud positiva (2 Cor. 4:18).

MOSTREMOS CARIÑO A LOS REFUGIADOS

6, 7. a) Cuando vemos a nuestros hermanos pasar necesidad, ¿qué nos obliga a hacer “el amor de Dios”? b) Dé un ejemplo.
“El amor de Dios” nos obliga a amarnos unos a otros, sobre todo en situaciones desesperadas (lea 1 Juan 3:17, 18). Cuando el hambre amenazó a los cristianos de Judea del siglo primero, la congregación organizó el envío de ayuda (Hech. 11:28, 29). Los apóstoles Pablo y Pedro también animaron a los discípulos a ser hospitalarios (Rom. 12:13; 1 Ped. 4:9). Si los cristianos deben recibir bien a los hermanos que los visitan, cuánto más a los que están en peligro de muerte o son perseguidos por su fe (lea Proverbios 3:27).*
(1 Juan 3:17, 18) Pero cualquiera que tiene los medios de este mundo para el sostén de la vida, y contempla a su hermano pasar necesidad, y sin embargo le cierra la puerta de sus tiernas compasiones, ¿de qué manera permanece el amor de Dios en él? 18 Hijitos, no amemos de palabra ni con la lengua, sino en hecho y verdad.
(Proverbios 3:27) No retengas el bien de aquellos a quienes se les debe, cuando sucede que está en el poder de tu mano hacer[lo].
Nota: Vea el artículo “No olvidemos mostrar bondad a los extranjeros”, de La Atalaya de octubre de 2016, páginas 8 a 12.

Hace poco, miles de testigos de Jehová —hombres, mujeres y niños— tuvieron que huir de la guerra y la persecución en el este de Ucrania. Desgraciadamente, algunos fueron asesinados. Pero a la mayoría los acogieron sus hermanos de otros lugares de Ucrania, y a muchos otros los alojaron Testigos de Rusia. En los dos países, se mantienen neutrales en política, pues “no son parte del mundo”, y siguen “declarando las buenas nuevas de la palabra” (Juan 15:19; Hech. 8:4).

AYUDEMOS A LOS REFUGIADOS A FORTALECER SU FE

8, 9. a) ¿A qué problemas se pueden enfrentar los refugiados en un nuevo país? b) ¿Por qué necesitan que los ayudemos con paciencia?
Algunas personas tienen que huir a otro lugar dentro de su país, pero muchas otras se ven forzadas a escapar fuera de él y vivir en un entorno totalmente desconocido. Es posible que los gobiernos les den alimentos, ropa y un techo, pero puede que no la comida a la que están acostumbrados. Los refugiados de países cálidos tal vez sientan por primera vez el frío y no sepan qué ropa ponerse. Si proceden de zonas rurales, quizá no sepan cómo funcionan los electrodomésticos modernos.
Algunos gobiernos tienen programas para ayudar a los refugiados a adaptarse a sus nuevas circunstancias. Pero quizá esperen que en pocos meses sean capaces de valerse por sí mismos. La transición puede ser muy difícil. Piense en lo que significa tratar de aprender un idioma y al mismo tiempo adaptarse a leyes nuevas y a las costumbres locales sobre modales, puntualidad, pago de impuestos y servicios, educación escolar y forma de disciplinar a los niños. ¿Podríamos ayudar con paciencia y respeto a los hermanos que estén en esa situación? (Filip. 2:3, 4).
10. ¿De qué manera podemos fortalecer la fe de los refugiados? (Vea la foto del principio).
10 Además, en ocasiones las autoridades dificultan que los Testigos refugiados se pongan en contacto con la congregación. Algunos organismos los han amenazado con quitarles las ayudas o negarles asilo si rechazan un trabajo que los obligaría a perderse las reuniones. Hay hermanos que han cedido a esas presiones porque estaban asustados y se sentían indefensos. Por lo tanto, es urgente contactar con ellos tan pronto lleguen al país. Necesitan sentir que nos preocupamos por ellos. Mostrarles compasión y darles ayuda fortalecerá su fe (Prov. 12:25; 17:17).

MANERAS DE AYUDAR A LOS REFUGIADOS

11. a) ¿Qué necesitan los refugiados al principio? b) ¿Cómo pueden demostrar su gratitud?
11 Al principio, quizá tengamos que darles a los hermanos algo de ropa y comida o ayudarlos a cubrir otras necesidades básicas.* Incluso algo tan sencillo como regalar una corbata es muy importante. Los refugiados que son agradecidos y no exigen nada contribuyen a que los hermanos les den con alegría. Es cierto que depender mucho tiempo de la generosidad de los demás puede dañar su amor propio y su relación con los demás hermanos, pero lo que sí está claro es que necesitan ayuda (2 Tes. 3:7-10).

¿Cómo podemos ayudar a los hermanos que son refugiados? 
(Vea los párrafos 11 a 13).
12, 13. a) ¿Qué ayuda práctica podemos dar a los refugiados? b) Dé un ejemplo.
12 Para ayudar a los refugiados, no hace falta mucho dinero, sino tiempo e interés. Podemos hacer algo tan sencillo como enseñarles a usar el transporte público, a comprar comida saludable a buen precio o a conseguir, por ejemplo, una máquina de coser o una cortadora de césped para ganar algo de dinero. Lo más importante es que los ayudemos a integrarse completamente en la congregación. Si es posible, ofrezcámonos a llevarlos a las reuniones. Salgamos a predicar con ellos y digámosles cómo hablarles del Reino de Dios a las personas del territorio.
13 Cuando cuatro refugiados adolescentes llegaron a una congregación, varios ancianos les enseñaron a conducir un automóvil, mecanografiar, hacer un currículum y preparar un horario que les permitiera servir a Jehová de lleno (Gál. 6:10). Al poco tiempo, se hicieron precursores. Gracias a esta buena orientación y a su propio esfuerzo, no se los tragó el sistema de cosas de Satanás, sino que progresaron espiritualmente.
14. a) ¿Qué tentación tienen que resistir los refugiados? b) Dé un ejemplo.
14 Igual que los demás cristianos, los refugiados deben resistir la tentación y las presiones para conseguir ventajas materiales a costa de poner en peligro su amistad con Jehová.* Lije, de quien hablamos antes, y sus hermanos recuerdan las lecciones sobre confiar en Jehová que les dio su padre mientras huían. Contó: “Una a una, fue tirando las cosas que no eran esenciales. Finalmente, nos mostró la bolsa vacía y dijo con una sonrisa: ‘¿Lo ven? No necesitamos ninguna de esas cosas’” (lea 1 Timoteo 6:8).
(1 Timoteo 6:8) Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas.
ATENDAMOS LAS NECESIDADES MÁS IMPORTANTES DE LOS REFUGIADOS

15, 16. ¿Cómo podemos ayudar a los refugiados a) en sentido espiritual? b) en sentido emocional?
15 Los refugiados necesitan apoyo espiritual y emocional más que ayuda material (Mat. 4:4). Los ancianos pueden conseguirles publicaciones en su idioma y ponerlos en contacto con hermanos que lo hablen. Muchos refugiados han sido arrancados de amplios círculos familiares con vínculos fuertes, de comunidades y congregaciones muy unidas. Necesitan que los hermanos les transmitan el amor y la compasión que Jehová siente por ellos. Si no, quizá se vayan con sus parientes o con personas de su país que no son Testigos, pero con los que comparten cultura y experiencias (1 Cor. 15:33). Si logramos que se sientan parte integral de la congregación, tendremos el honor de colaborar con Jehová “guardando a los residentes forasteros” (Sal. 146:9).
16 Es posible que los refugiados no puedan volver a su país mientras continúen en el poder los gobernantes que los oprimían, como les ocurrió a Jesús y su familia. Además, como dice Lije, “muchos padres que vieron la violación y el asesinato de miembros de su familia no soportan la idea de llevar a sus hijos a los lugares donde ocurrieron esas tragedias”. Los hermanos del país de acogida pueden ayudarlos a superar esos traumas mostrando empatía, cariño fraternal, tierna compasión y humildad (1 Ped. 3:8). Algunos refugiados son retraídos por causa de la persecución y tal vez se avergüencen de hablar de lo que sufrieron, sobre todo en presencia de sus hijos. Preguntémonos: “¿Cómo me gustaría que me trataran si estuviera en su lugar?” (Mat. 7:12).

CÓMO PREDICAR A LOS REFUGIADOS

17. ¿Qué encuentran muchos refugiados gracias a la predicación?
17 Gran cantidad de refugiados proceden de países donde no se puede predicar libremente. Miles escuchan “la palabra del reino” por primera vez gracias a Testigos entusiastas del país al que han huido (Mat. 13:19, 23). Muchos de los que “están cargados” encuentran alivio espiritual en las reuniones y enseguida reconocen que Dios está con nosotros (Mat. 11:28-30; 1 Cor. 14:25).
18, 19. ¿Cómo demostramos cautela al predicar a los refugiados?
18 Si predican a los refugiados, sean “cautelosos” y también perspicaces (Mat. 10:16;Prov. 22:3). Sigan las instrucciones de la sucursal y de las autoridades. No corran riesgos ni pongan en peligro a nadie. Escuchen con paciencia las preocupaciones de los refugiados, pero no hablen de política; averigüen qué aspectos de su cultura y religión son delicados, y sean respetuosos. Por ejemplo, en algunos países hay opiniones muy fuertes sobre cómo debe vestir una mujer. Por ello, en la predicación, las hermanas se vestirán de forma que no ofendan innecesariamente a los refugiados.
19 Como el buen samaritano de la parábola de Jesús, deseamos ayudar a los que sufren, incluidos los que no son Testigos (Luc. 10:33-37). La mejor manera de hacerlo es predicando. Un anciano que ha ayudado a muchos refugiados aconseja: “Es importante dejar claro enseguida que somos testigos de Jehová y que los visitamos principalmente para darles ayuda espiritual, no material. Si no, algunos estarán con nosotros solo por interés”.

AYUDAR PRODUCE BUENOS RESULTADOS

20, 21. a) ¿Qué buenos resultados da mostrar amor cristiano a los refugiados? b) ¿Qué veremos en el próximo artículo?
20 Mostrar amor cristiano a “los residentes forasteros” da buenos resultados. Una hermana cuenta que su familia huyó de la persecución de Eritrea. Cuatro de sus hijos viajaron durante ocho agotadores días por el desierto, y llegaron a Sudán. Ella relata: “Los hermanos los trataron como si fueran de la familia, les dieron comida, ropa, un techo y ayuda para el transporte. ¿Quién más recibiría a unos extraños en su hogar simplemente porque adoran al mismo Dios? Solo los testigos de Jehová” (lea Juan 13:35).
(Juan 13:35) En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí”.
21 ¿Cómo podemos ayudar a servir felices a Jehová a los muchos niños que llegan con sus padres, tanto refugiados como otros inmigrantes? Lo veremos en el próximo artículo.
¿QUÉ RESPONDERÍA?
  • ¿Qué penalidades han sufrido muchos refugiados?
  • ¿Qué podemos hacer para atender las necesidades más importantes de los refugiados?
  • ¿Qué debemos tener presente cuando les prediquemos a los refugiados?





Amémonos de todo corazón


1. Al hermano debes amar
de forma intensa y cordial,
sin egoísmo o mezquindad,
de todo corazón.
Su dolor aprende a sentir,
su alegría a compartir;
a cambio habrás de recibir
la aprobación de Dios.
El amor no debe ser
mucho desear y poco hacer.
Se demuestra obrando el bien,
dando siempre lo mejor.
Trata con respeto y honor
a niño, joven y mayor.
Muestra a tu hermano comprensión;
no te fijes en su error,
pues también es pecador.
2. El amor sincero y veraz
sabe pasar por alto el mal,
busca lo bueno en los demás,
es noble, puro y fiel.
Gran tesoro es la amistad
del que le sirve a Jehová,
del que no sabe de maldad
y a todos hace el bien.
El que habla sin pensar
hiere como el filo de un puñal,
mas debemos perdonar
sin guardar ningún rencor.
Nuestros lazos de amistad,
a diario hemos de estrechar
con actos llenos de bondad,
imitando el gran amor
que nos tiene nuestro Dios.

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