LECTURAS DRAMATIZADAS DE LA BIBLIA

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 Tengamos fe y venzamos nuestros temores 
(Lucas 5:1-11; Mateo 14:23-34; Mateo 26:31-75)

(Lucas 5:1-11) En cierta ocasión, cuando la muchedumbre se agolpaba sobre él y escuchaba la palabra de Dios, él estaba de pie junto al lago de Genesaret. 2 Y vio dos barcas atracadas al borde del lago, pero los pescadores habían salido de ellas y estaban lavando sus redes. 3 Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le pidió que se apartara un poco de la tierra. Entonces se sentó, y desde la barca se puso a enseñar a las muchedumbres. 4 Cuando cesó de hablar, dijo a Simón: “Rema hasta donde está profundo, y echen sus redes para la pesca”. 5 Pero respondiendo Simón, dijo: “Instructor, toda la noche nos afanamos y no sacamos nada, pero porque tú lo dices bajaré las redes”. 6 Pues bien, cuando hicieron esto, encerraron una gran multitud de peces. En realidad, se les rompían las redes. 7 De modo que hicieron señas a sus socios [que estaban] en la otra barca para que vinieran y les prestaran ayuda; y ellos vinieron, y llenaron ambas barcas, de manera que estas se hundían. 8 Viendo esto, Simón Pedro cayó a las rodillas de Jesús, y dijo: “Apártate de mí, porque soy varón pecador, Señor”. 9 Pues, ante la redada de peces que habían pescado, quedaron pasmados él y todos los que con él estaban, 10 y así mismo Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran partícipes con Simón. Pero Jesús dijo a Simón: “Deja de tener miedo. De ahora en adelante estarás pescando vivos a hombres”. 11 De modo que volvieron a traer las barcas a tierra, y abandonaron todo y le siguieron.

(Mateo 14:23-34) Por fin, habiendo despedido a las muchedumbres, subió solo a la montaña a orar. Aunque se hizo tarde, estaba allí solo. 24 Para este tiempo la barca estaba a muchos centenares de metros de la tierra, y las olas la tenían en aprieto, pues tenían el viento en su contra. 25 Pero en el período de la cuarta vigilia de la noche él vino a ellos, andando sobre el mar. 26 Cuando alcanzaron a verlo andando sobre el mar, los discípulos se perturbaron, y dijeron: “¡Es un fantasma!”. Y clamaron en su temor. 27 Pero en seguida Jesús les habló estas palabras: “Cobren ánimo, soy yo; no tengan temor”. 28 En respuesta, Pedro le dijo: “Señor, si eres tú, mándame venir a ti sobre las aguas”. 29 Él dijo: “¡Ven!”. Entonces Pedro, bajando de la barca, anduvo sobre las aguas y fue hacia Jesús. 30 Pero al mirar a la tempestad de viento, le dio miedo, y, comenzando a hundirse, clamó: “¡Señor, sálvame!”. 31 Inmediatamente Jesús, extendiendo la mano, lo asió, y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué cediste a la duda?”. 32 Y después que subieron a la barca, se apaciguó la tempestad de viento. 33 Entonces los que estaban en la barca le rindieron homenaje, y dijeron: “Verdaderamente eres Hijo de Dios”. 34 Y terminaron la travesía y llegaron a tierra en Genesaret.

(Mateo 26:31-75) Entonces Jesús les dijo: “A todos ustedes se les hará tropezar respecto a mí esta noche, porque está escrito: ‘Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán esparcidas’. 32 Pero después que yo haya sido levantado iré delante de ustedes a Galilea”. 33 Pero Pedro, en respuesta, le dijo: “Aunque a todos los demás se les haga tropezar respecto a ti, ¡a mí nunca se me hará tropezar!”. 34 Jesús le dijo: “En verdad te digo: Esta noche, antes que un gallo cante, me repudiarás tres veces”. 35 Pedro le dijo: “Aun cuando tenga que morir contigo, de ningún modo te repudiaré”. Todos los demás discípulos también dijeron lo mismo. 36 Entonces Jesús fue con ellos al lugar llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos: “Siéntense aquí mientras voy allá a orar”. 37 Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a contristarse y a perturbarse en gran manera. 38 Entonces les dijo: “Mi alma está hondamente contristada, hasta la muerte. Quédense aquí y manténganse alerta conmigo”. 39 Y yendo un poco más adelante, cayó sobre su rostro, orando y diciendo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa. Sin embargo, no como yo quiero, sino como tú quieres”. 40 Y se acercó a los discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: “¿No pudieron siquiera mantenerse alerta una hora conmigo? 41 Manténganse alerta y oren de continuo, para que no entren en tentación. El espíritu, por supuesto, está pronto, pero la carne es débil”. 42 De nuevo, por segunda vez, se fue y oró, diciendo: “Padre mío, si no es posible que esta pase sin que la beba, efectúese tu voluntad”. 43 Y vino otra vez y los halló durmiendo, pues tenían los ojos cargados. 44 Así que, dejándolos, se fue de nuevo y oró por tercera vez, diciendo una vez más la misma palabra. 45 Entonces fue a los discípulos y les dijo: “¡En una ocasión como esta ustedes duermen y descansan! ¡Miren! Se ha acercado la hora en que el Hijo del hombre ha de ser traicionado en manos de pecadores. 46 Levántense, vámonos. ¡Miren! El que me traiciona se ha acercado”. 47 Y mientras todavía hablaba, ¡mire!, vino Judas, uno de los doce, y con él una gran muchedumbre con espadas y garrotes, de parte de los sacerdotes principales y de los ancianos del pueblo. 48 Ahora bien, el que lo traicionaba les había dado una señal, diciendo: “Al que bese, ese es; deténganlo”. 49 Y yendo directamente a Jesús, dijo: “¡Buenos días, Rabí!”, y lo besó muy tiernamente. 50 Pero Jesús le dijo: “Amigo, ¿con qué propósito estás presente?”. Entonces se adelantaron y echaron mano a Jesús y lo detuvieron. 51 Pero, ¡mire!, uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo al esclavo del sumo sacerdote, le quitó la oreja. 52 Entonces Jesús le dijo: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que toman la espada perecerán por la espada. 53 ¿O crees que no puedo apelar a mi Padre para que me suministre en este momento más de doce legiones de ángeles? 54 En tal caso, ¿cómo se cumplirían las Escrituras en el sentido de que tiene que suceder de esta manera?”. 55 En aquella hora Jesús dijo a las muchedumbres: “¿Han salido con espadas y garrotes como contra un salteador para arrestarme? Día tras día me sentaba en el templo, enseñando, y sin embargo ustedes no me detuvieron. 56 Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las escrituras de los profetas”. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. 57 Los que detuvieron a Jesús se lo llevaron a Caifás, el sumo sacerdote, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos. 58 Pero Pedro fue siguiéndolo de lejos, hasta el patio del sumo sacerdote, y, después de entrar, se quedó sentado con los servidores de la casa para ver el resultado. 59 Mientras tanto, los sacerdotes principales y todo el Sanedrín buscaban testimonio falso contra Jesús a fin de darle muerte, 60 pero no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaron. Más tarde se presentaron dos 61 y dijeron: “Este hombre dijo: ‘Puedo derribar el templo de Dios y edificarlo en tres días’”. 62 Ante aquello, el sumo sacerdote se puso de pie y le dijo: “¿Nada respondes? ¿Qué es lo que testifican estos contra ti?”. 63 Pero Jesús se quedó callado. Por eso el sumo sacerdote le dijo: “¡Por el Dios vivo te pongo bajo juramento de que nos digas si tú eres el Cristo el Hijo de Dios!”. 64 Jesús le dijo: “Tú mismo [lo] dijiste. Sin embargo, digo a ustedes: De aquí en adelante verán al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder y viniendo sobre las nubes del cielo”. 65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus prendas de vestir exteriores, y dijo: “¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? ¡Miren! Ahora han oído la blasfemia. 66 ¿Qué opinan?”. Dijeron en respuesta: “Expuesto está a muerte”. 67 Entonces le escupieron en el rostro y le dieron de puñetazos. Otros le dieron de bofetadas, 68 diciendo: “Profetízanos, Cristo. ¿Quién es el que te hirió?”. 69 Ahora bien, Pedro estaba sentado fuera en el patio; y una sirvienta se le acercó, y dijo: “¡Tú, también, estabas con Jesús el galileo!”. 70 Pero él lo negó ante todos, diciendo: “No sé de qué hablas”. 71 Después que él hubo salido al portal, otra muchacha lo observó, y dijo a los que estaban allí: “Este hombre estaba con Jesús el Nazareno”. 72 Y otra vez él lo negó, con juramento: “¡No conozco al hombre!”. 73 Un poco después se acercaron los que estaban parados por allí, y dijeron a Pedro: “Ciertamente tú también eres uno de ellos, porque, de hecho, tu dialecto te denuncia”. 74 Entonces él empezó a maldecir y a jurar: “¡No conozco al hombre!”. E inmediatamente un gallo cantó. 75 Y Pedro se acordó del dicho que Jesús habló, a saber: “Antes que un gallo cante, me repudiarás tres veces”. Y salió fuera, y lloró amargamente.

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Cobremos fuerzas para dar testimonio 
(Mateo 27:32—28:15; Lucas 24:8-53)

(Mateo 27:32-28:15) Cuando iban saliendo, encontraron a un natural de Cirene, de nombre Simón. A este lo obligaron a rendir servicio para que le levantara el madero de tormento. 33 Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, es decir, Lugar del Cráneo, 34 le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero, después de gustarlo, él rehusó beber. 35 Cuando lo hubieron fijado en el madero, repartieron sus prendas de vestir exteriores echando suertes, 36 y, sentados, lo vigilaban allí. 37 También, por encima de su cabeza fijaron el cargo contra él, escrito: “Este es Jesús el rey de los judíos”. 38 Entonces fueron fijados en maderos con él dos salteadores, uno a su derecha y uno a su izquierda. 39 De modo que los que pasaban hablaban injuriosamente de él, meneando la cabeza 40 y diciendo: “¡Oh tú, supuesto derribador del templo y edificador de él en tres días, sálvate! Si eres hijo de Dios, ¡baja del madero de tormento!”. 41 Del mismo modo, también, los sacerdotes principales junto con los escribas y ancianos empezaron a burlarse de él y a decir: 42 “¡A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar! Él es rey de Israel; baje ahora del madero de tormento y creeremos en él. 43 Ha puesto en Dios su confianza; líbrelo Él ahora si le quiere, puesto que dijo: ‘Soy Hijo de Dios’”. 44 Así mismo, hasta los salteadores que estaban fijados en maderos junto con él se pusieron a vituperarlo. 45 Desde la hora sexta en adelante cayó sobre toda la tierra una oscuridad, hasta la hora nona. 46 Cerca de la hora nona Jesús clamó con voz fuerte, y dijo: “É·li, É·li, ¿lá·ma sa·baj·thá·ni?”, esto es: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. 47 Al oír esto, algunos de los que estaban parados allí empezaron a decir: “A Elías llama este”. 48 E inmediatamente uno de ellos corrió y, tomando una esponja, la empapó en vino agrio y, poniéndola en una caña, se puso a darle de beber. 49 Pero los demás dijeron: “¡Déja[lo]! Veamos si Elías viene a salvarlo”. [[Otro hombre tomó una lanza y le traspasó el costado, y salió sangre y agua.]] 50 De nuevo clamó Jesús con voz fuerte, y cedió [su] espíritu. 51 Y, ¡mire!, la cortina del santuario se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló, y las masas rocosas se hendieron. 52 Y las tumbas conmemorativas se abrieron y muchos cuerpos de los santos que se habían dormido fueron levantados 53 (y algunas personas, saliendo de entre las tumbas conmemorativas después que él fue levantado, entraron en la ciudad santa), y se hicieron visibles a mucha gente. 54 Pero el oficial del ejército y los que con él vigilaban a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que sucedían, tuvieron muchísimo miedo, y dijeron: “Ciertamente este era Hijo de Dios”. 55 Además, estaban allí, mirando desde lejos, muchas mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea para ministrarle; 56 entre las cuales estaba María Magdalena, también María la madre de Santiago y de Josés, y la madre de los hijos de Zebedeo. 57 Entonces, como era hora avanzada de la tarde, vino un hombre rico de Arimatea, de nombre José, que también se había hecho discípulo de Jesús. 58 Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se lo entregaran. 59 Y José tomó el cuerpo, lo envolvió en un lino limpio y fino, 60 y lo puso en su nueva tumba conmemorativa, que había labrado en la masa rocosa. Y, después de hacer rodar una piedra grande a la puerta de la tumba conmemorativa, se fue. 61 Pero María Magdalena y la otra María continuaron allí, sentadas enfrente del sepulcro. 62 Al día siguiente, que fue después de la Preparación, los sacerdotes principales y los fariseos se reunieron ante Pilato, 63 y dijeron: “Señor, hemos recordado que ese impostor dijo mientras todavía estaba vivo: ‘Después de tres días he de ser levantado’. 64 Por lo tanto, manda que se asegure el sepulcro hasta el día tercero, para que nunca vengan sus discípulos, y lo hurten, y digan al pueblo: ‘¡Fue levantado de entre los muertos!’, y esta última impostura será peor que la primera”. 65 Pilato les dijo: “Tienen guardia. Vayan y asegúrenlo lo mejor que sepan”. 66 De modo que ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y teniendo la guardia. 
28 Después del sábado, cuando esclarecía el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María vinieron a ver el sepulcro. 2 Y, ¡atención!, había ocurrido un gran terremoto; porque el ángel de Jehová había descendido del cielo, y se había acercado, y había hecho rodar la piedra, y estaba sentado sobre ella. 3 Su apariencia exterior era como el relámpago; y su ropa, blanca como la nieve. 4 Sí, por temor a él los guardias temblaron y quedaron como muertos. 5 Pero el ángel, tomando la palabra, dijo a las mujeres: “No teman, porque sé que buscan a Jesús, que fue fijado en un madero. 6 No está aquí, porque ha sido levantado, como dijo. Vengan, vean el lugar donde yacía. 7 Y vayan de prisa y digan a sus discípulos que él ha sido levantado de entre los muertos, y, ¡miren!, va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán. ¡Miren! Se lo he dicho”. 8 De modo que ellas, yéndose de prisa de la tumba conmemorativa, con temor y gran gozo, corrieron a informarlo a sus discípulos. 9 Y, ¡mire!, Jesús se encontró con ellas y dijo: “¡Buenos días!”. Ellas se acercaron y lo asieron de los pies y le rindieron homenaje. 10 Entonces Jesús les dijo: “¡No teman! Vayan, informen a mis hermanos, para que se vayan a Galilea; y allí me verán”. 11 Mientras ellas iban por su camino, ¡mire!, algunos de la guardia fueron a la ciudad e informaron a los sacerdotes principales todas las cosas que habían sucedido. 12 Y después que estos se hubieron reunido con los ancianos y entrado en consejo, dieron una cantidad suficiente de piezas de plata a los soldados 13 y dijeron: “Digan: ‘Sus discípulos vinieron de noche y lo hurtaron mientras nosotros dormíamos’. 14 Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros [lo] persuadiremos y los libraremos a ustedes de toda preocupación”. 15 De modo que ellos tomaron las piezas de plata e hicieron como se les instruyó; y este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.

(Lucas 24:8-53) De modo que ellas se acordaron de sus dichos, 9 y regresaron de la tumba conmemorativa e informaron todas estas cosas a los once y a todos los demás. 10 Eran María la Magdalena, y Juana, y María la [madre] de Santiago. También, las demás mujeres [que estaban] con ellas decían estas cosas a los apóstoles. 11 Sin embargo, a ellos estos dichos les parecieron como tonterías, y no quisieron creer a las [mujeres]. 12 [[Mas Pedro se levantó y corrió a la tumba conmemorativa, y, agachándose, contempló las vendas solas. De modo que se fue, admirándose de lo que había ocurrido.]] 13 Pero, ¡mira!, aquel mismo día dos de ellos iban caminando a una aldea que dista unos once kilómetros de Jerusalén, Emaús por nombre, 14 y estaban conversando el uno con el otro de todas estas cosas que habían sucedido. 15 Ahora bien, mientras iban conversando y hablando, Jesús mismo se acercó y se puso a andar con ellos; 16 pero se impidió que los ojos de ellos lo reconocieran. 17 Él les dijo: “¿Qué asuntos son estos que consideran entre ustedes mientras van andando?”. Y ellos se detuvieron con rostros tristes. 18 En respuesta, el que tenía por nombre Cleopas le dijo: “¿Moras tú solo como forastero en Jerusalén y por eso no sabes las cosas que han ocurrido en ella en estos días?”. 19 Y él les dijo: “¿Qué cosas?”. Ellos le dijeron: “Las cosas respecto a Jesús el Nazareno, que vino a ser profeta poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20 y cómo lo entregaron nuestros sacerdotes principales y gobernantes a sentencia de muerte y lo fijaron en un madero. 21 Pero nosotros esperábamos que este fuera el que estaba destinado a librar a Israel; sí, y además de todas estas cosas, este es ya el tercer día desde que han ocurrido estas cosas. 22 Por otra parte, ciertas mujeres de entre nosotros también nos han pasmado, porque muy de mañana habían estado en la tumba conmemorativa, 23 pero no hallaron el cuerpo de él, y vinieron diciendo que también habían visto una vista sobrenatural de ángeles, los cuales dijeron que él está vivo. 24 Además de eso, algunos de los que estaban con nosotros se fueron a la tumba conmemorativa; y hallaron que así era, exactamente como las mujeres habían dicho, pero a él no lo vieron”. 25 De modo que él les dijo: “¡Oh insensatos y lentos de corazón para creer en todas las cosas que hablaron los profetas! 26 ¿No era necesario que el Cristo sufriera estas cosas y entrara en su gloria?”. 27 Y comenzando desde Moisés y todos los Profetas les interpretó cosas referentes a él en todas las Escrituras. 28 Por fin se acercaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos. 29 Pero ellos fueron muy insistentes con él, y dijeron: “Quédate con nosotros, porque casi anochece y el día ya ha declinado”. Ante aquello, él entró a quedarse con ellos. 30 Y estando reclinado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y empezó a dárselo. 31 Con esto, a ellos se les abrieron los ojos completamente y lo reconocieron; y él desapareció de ante ellos. 32 Y ellos se dijeron el uno al otro: “¿No nos ardía el corazón cuando él venía hablándonos por el camino, cuando nos estaba abriendo por completo las Escrituras?”. 33 Y en aquella misma hora se levantaron y volvieron a Jerusalén, y hallaron congregados a los once y a los que estaban con ellos, 34 que decían: “¡Es un hecho que el Señor ha sido levantado y se ha aparecido a Simón!”. 35 Entonces ellos mismos contaron lo [que había sucedido] en el camino, y cómo se les dio a conocer en el [acto de] partir el pan. 36 Mientras estaban hablando de estas cosas, él mismo se puso de pie en medio de ellos [[y les dijo: “Tengan paz”.]] 37 Pero porque estaban aterrados, y se habían atemorizado, se imaginaban que contemplaban un espíritu. 38 Por eso les dijo: “¿Por qué están perturbados, y por qué se suscitan dudas en su corazón? 39 Vean mis manos y mis pies, que soy yo mismo; pálpenme y vean, porque un espíritu no tiene carne y huesos así como contemplan que yo tengo”. 40 [[Y al decir esto les mostró las manos y los pies.]] 41 Pero mientras todavía no creían de puro gozo, y seguían admirados, les dijo: “¿Tienen ahí algo de comer?”. 42 Y le dieron un pedazo de pescado asado; 43 y lo tomó y lo comió delante de los ojos de ellos. 44 En seguida les dijo: “Estas son mis palabras que les hablé mientras todavía estaba con ustedes, que todas las cosas escritas en la ley de Moisés y en los Profetas y en los Salmos acerca de mí tenían que cumplirse”. 45 Entonces les abrió la mente por completo para que captaran el significado de las Escrituras, 46 y les dijo: “De esta manera está escrito que el Cristo sufriría y se levantaría de entre los muertos al tercer día, 47 y sobre la base de su nombre se predicaría arrepentimiento para perdón de pecados en todas las naciones... comenzando desde Jerusalén, 48 ustedes han de ser testigos de estas cosas. 49 Y, ¡miren!, envío sobre ustedes lo que está prometido por mi Padre. Ustedes, sin embargo, permanezcan en la ciudad hasta que lleguen a estar revestidos de poder desde lo alto”. 50 Mas los condujo fuera, hasta Betania, y alzó las manos y los bendijo. 51 Mientras los bendecía, fue separado de ellos y comenzó a ser llevado arriba al cielo. 52 Y ellos le rindieron homenaje y regresaron a Jerusalén con gran gozo. 53 Y estaban de continuo en el templo bendiciendo a Dios.

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Una historia real que nos infunde esperanza 
(Rut 1:1-4:22)

(Rut 1:1-4:22) Ahora bien, aconteció en los días en que los jueces administraban justicia que surgió un hambre en el país, y un hombre procedió a ir de Belén de Judá a residir como forastero en los campos de Moab, él con su esposa y sus dos hijos. 2 Y el nombre del hombre era Elimélec, y el nombre de su esposa Noemí, y los nombres de sus dos hijos eran Mahlón y Kilión, efrateos de Belén de Judá. Por fin estos llegaron a los campos de Moab y continuaron allí. 3 Andando el tiempo, murió Elimélec el esposo de Noemí, de manera que ella quedó con sus dos hijos. 4 Más tarde los hombres tomaron para sí esposas, mujeres moabitas. El nombre de una era Orpá, y Rut el nombre de la otra. Y siguieron morando allá por unos diez años. 5 Con el tiempo, ellos dos, Mahlón y Kilión, también murieron, de modo que la mujer quedó sin sus dos hijos y sin su esposo. 6 Y procedió a levantarse con sus nueras y a volver de los campos de Moab, porque en el campo de Moab había oído que Jehová había dirigido su atención a su pueblo y le había dado pan. 7 Y emprendió su salida del lugar donde había continuado, y sus dos nueras estaban con ella, y siguieron andando en el camino para volver a la tierra de Judá. 8 Por fin Noemí dijo a sus dos nueras: “Anden, vuélvanse, cada una a la casa de su madre. Que Jehová ejerza bondad amorosa para con ustedes, así como ustedes la han ejercido para con los hombres ya muertos y para conmigo. 9 Que Jehová les haga una dádiva, y de veras hallen un lugar de descanso, cada cual en la casa de su esposo”. Entonces las besó, y ellas se pusieron a alzar la voz y llorar. 10 Y siguieron diciéndole: “No, sino que contigo volveremos a tu pueblo”. 11 Pero Noemí dijo: “Vuélvanse, hijas mías. ¿Por qué deben ir conmigo? ¿Tengo yo todavía hijos en mis entrañas, y tendrán ellos que llegar a ser sus esposos? 12 Vuélvanse, hijas mías, anden, porque yo me he hecho demasiado vieja para llegar a pertenecer a un esposo. Si hubiera dicho que tuviera esperanza también de que en realidad hubiera de llegar a ser de un esposo esta noche y que también ciertamente hubiera de dar a luz hijos, 13 ¿se quedarían ustedes esperándolos hasta que pudieran crecer? ¿Se mantendrían ustedes recluidas por ellos para no llegar a ser de un esposo? No, hijas mías, porque a causa de ustedes me es muy amargo el que la mano de Jehová haya salido contra mí”. 14 Ante eso, ellas alzaron la voz y lloraron de nuevo, después de lo cual Orpá besó a su suegra. En cuanto a Rut, se adhirió a ella. 15 Así que ella dijo: “¡Mira! Tu concuñada enviudada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses. Vuélvete con tu concuñada enviudada”. 16 Y Rut procedió a decir: “No me instes con ruegos a que te abandone, a que me vuelva de acompañarte; porque a donde tú vayas yo iré, y donde tú pases la noche yo pasaré la noche. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. 17 Donde mueras tú, yo moriré, y allí es donde seré enterrada. Que Jehová me haga así y añada a ello si cosa alguna aparte de la muerte hiciera una separación entre tú y yo”. 18 Cuando ella llegó a ver que persistía en ir con ella, entonces dejó de hablarle. 19 Y ambas siguieron adelante hasta que llegaron a Belén. Y aconteció que, en cuanto llegaron a Belén, toda la ciudad se conmovió a causa de ellas, y las mujeres seguían diciendo: “¿Es esta Noemí?”. 20 Y ella decía a las mujeres: “No me llamen Noemí. Llámenme Mará, porque el Todopoderoso me ha hecho muy amarga [la situación]. 21 Estaba llena cuando me fui, y con las manos vacías Jehová me ha hecho volver. ¿Por qué deben llamarme Noemí, cuando es Jehová quien me ha humillado, y el Todopoderoso quien me ha causado calamidad?”. 22 Así efectuó Noemí su regreso, y Rut la moabita, su nuera, estaba con ella cuando volvió de los campos de Moab; y llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada. 
2 Ahora bien, Noemí tenía un pariente de su esposo, un hombre poderoso en riquezas, de la familia de Elimélec, y su nombre era Boaz. 2 Con el tiempo Rut la moabita dijo a Noemí: “Por favor, déjame ir al campo y rebuscar entre las espigas, siguiendo detrás de cualquiera a cuyos ojos halle favor”. De modo que ella le dijo: “Ve, hija mía”. 3 Ante eso, ella se fue, y entró y se puso a espigar en el campo detrás de los segadores. Así, por casualidad, llegó a dar en la porción del campo que pertenecía a Boaz, que era de la familia de Elimélec. 4 Y, ¡mire!, Boaz vino de Belén y procedió a decir a los segadores: “Jehová esté con ustedes”. A su vez, ellos le decían: “Jehová te bendiga”. 5 Posteriormente, Boaz dijo al joven que estaba puesto sobre los segadores: “¿A quién pertenece esta joven?”. 6 De modo que el joven puesto sobre los segadores contestó y dijo: “La joven es una moabita, que volvió con Noemí del campo de Moab. 7 Entonces dijo: ‘Déjame espigar, por favor, y ciertamente recogeré entre las espigas cortadas detrás de los segadores’. De modo que entró y ha estado de pie desde aquel momento de la mañana hasta precisamente ahora que se sentó un ratito en la casa”. 8 Más tarde Boaz dijo a Rut: “¿Has oído, no es verdad, hija mía? No te vayas a espigar en otro campo, y tampoco debes pasar de este lugar, y así debes mantenerte cerca de las jóvenes mías. 9 Estén tus ojos en el campo que ellas sieguen, y tienes que ir con ellas. ¿No he mandado yo a los jóvenes que no te toquen? Cuando tengas sed, entonces tienes que ir a las vasijas y beber de lo que saquen los jóvenes”. 10 Ante eso, ella cayó sobre su rostro y se inclinó a tierra y le dijo: “¿A qué se debe que yo haya hallado favor a tus ojos de modo que te fijes en mí, cuando soy extranjera?”. 11 Entonces Boaz contestó y le dijo: “Se me hizo un informe completo de todo lo que has hecho a tu suegra después de la muerte de tu esposo, y cómo procediste a dejar a tu padre y tu madre y la tierra de tu parentela y a ir a un pueblo que no habías conocido anteriormente. 12 Que Jehová recompense tu manera de obrar, y que llegue a haber para ti un salario perfecto procedente de Jehová el Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a buscar refugio”. 13 A esto ella dijo: “Halle yo favor a tus ojos, señor mío, porque me has consolado y porque has hablado de modo tranquilizador a tu sierva, aunque yo misma no sea como una de tus siervas”. 14 Y Boaz procedió a decirle a la hora de comer: “Acércate acá, y tienes que comer parte del pan y mojar tu pedazo en el vinagre”. De modo que ella se sentó al lado de los segadores, y él le brindaba grano tostado y ella comía, de modo que quedó satisfecha y aún le sobró algo. 15 Entonces se levantó para espigar. Boaz ahora mandó a sus jóvenes, y dijo: “Déjenla espigar también entre las espigas cortadas, y no deben molestarla. 16 Y también deben estar seguros de sacarle algunas espigas de los manojos, y tienen que dejarlas atrás para que ella las espigue, y no deben reprenderla”. 17 Y ella continuó espigando en el campo hasta el atardecer, después de lo cual batió lo que había espigado, y esto llegó a ser como un efá de cebada. 18 Entonces lo alzó y se fue a la ciudad, y su suegra llegó a ver lo que había espigado. Después de eso ella sacó la comida que le había sobrado cuando se había satisfecho, y se la dio. 19 Su suegra ahora le dijo: “¿Dónde espigaste hoy, y dónde trabajaste? Llegue a ser bendito el que se fijó en ti”. De modo que ella informó a su suegra con quién había trabajado; y pasó a decir: “El nombre del hombre con quien trabajé hoy es Boaz”. 20 Ante eso, Noemí dijo a su nuera: “Bendito sea él de Jehová, que no ha abandonado su bondad amorosa para con los vivos y los muertos”. Y Noemí le dijo además: “El hombre es pariente nuestro. Es uno de nuestros recompradores”. 21 Entonces dijo Rut la moabita: “También me dijo él: ‘Cerca de las personas jóvenes que son mías es donde debes quedarte hasta que hayan acabado toda la siega que tengo’”. 22 Por lo tanto Noemí dijo a Rut su nuera: “Mejor es, hija mía, que salgas con las jóvenes de él, para que no te causen incomodidad en otro campo”. 23 Y ella continuó quedándose cerca de las jóvenes de Boaz para espigar hasta que se acabó la siega de la cebada y la siega del trigo. Y siguió morando con su suegra. 
3 Noemí su suegra ahora le dijo: “Hija mía, ¿no debo buscarte lugar de descanso, para que te vaya bien? 2 Y ahora pues, ¿no es pariente nuestro Boaz, con cuyas jóvenes has continuado? ¡Mira! Esta noche él va a aventar cebada en la era. 3 Y tienes que lavarte y untarte aceite y ponerte encima tus mantos y bajar a la era. No te des a conocer al hombre hasta que haya acabado de comer y beber. 4 Y debe suceder que cuando él se acueste, entonces tienes que fijarte en el lugar donde se acuesta; y tienes que ir y descubrirle por los pies y acostarte; y él, por su parte, te informará lo que debas hacer”. 5 Ante eso, ella le dijo: “Todo lo que me dices lo haré”. 6 Y procedió a bajar a la era y a hacer conforme a todo lo que le había mandado su suegra. 7 Entretanto, Boaz comió y bebió, y su corazón se sentía bien. Entonces fue a acostarse al extremo del montón de grano. Después de aquello, ella entró furtivamente y le descubrió por los pies y se acostó. 8 Y a medianoche aconteció que el hombre empezó a temblar. De modo que se inclinó hacia delante, y, ¡mire!, ¡una mujer acostada a sus pies! 9 Entonces dijo él: “¿Quién eres?”. A su vez, ella dijo: “Soy Rut tu esclava, y tienes que extender tu falda sobre tu esclava, porque tú eres un recomprador”. 10 Ante eso, él dijo: “Bendita seas de Jehová, hija mía. Has expresado tu bondad amorosa mejor en el último caso que en el primer caso, al no ir tras los jóvenes, fueran de condición humilde o ricos. 11 Y ahora, hija mía, no tengas miedo. Todo lo que dices lo haré para ti, porque toda persona en la puerta de mi pueblo se da cuenta de que eres una mujer excelente. 12 Y ahora, aunque es un hecho que yo soy un recomprador, también hay un recomprador de parentesco más próximo que yo. 13 Alójate aquí esta noche, y por la mañana tiene que suceder que, si él quiere recomprarte, ¡excelente! Que se encargue de hacer la recompra. Pero si no se deleita en recomprarte, entonces yo ciertamente te recompraré, yo mismo, tan ciertamente como que Jehová vive. Quédate acostada hasta la mañana”. 14 Y ella se quedó acostada a los pies de él hasta la mañana, y entonces se levantó antes que cualquier persona pudiera reconocer a otra. Él ahora dijo: “No se sepa que vino una mujer a la era”.  15 Y pasó a decir: “Trae la capa que está sobre ti, y tenla abierta”. De modo que ella la tuvo abierta, y él procedió a medir seis medidas de cebada y a colocarla sobre ella, después de lo cual él se fue a la ciudad. 16 Y ella procedió a irse a donde su suegra, quien le dijo ahora: “¿Quién eres, hija mía?”. Por consiguiente, ella le refirió todo lo que el hombre le había hecho. 17 Y pasó a decir: “Estas seis medidas de cebada me dio, porque me dijo: ‘No vayas a tu suegra con las manos vacías’”. 18 Ante aquello, ella dijo: “Siéntate quieta, hija mía, hasta que sepas cómo haya de resultar el asunto, porque el hombre no tendrá descanso a menos que haya acabado con el asunto hoy”. 
4 En cuanto a Boaz, subió a la puerta y empezó a sentarse allí. Y, ¡mire!, iba pasando el recomprador, a quien Boaz había mencionado. Entonces él dijo: “Desvíate hacia acá, sí, anda, siéntate aquí, Fulano”. Por lo tanto este se desvió y se sentó. 2 Después de eso él tomó a diez hombres de los ancianos de la ciudad y dijo: “Siéntense aquí”. De modo que se sentaron. 3 Ahora él dijo al recomprador: “La porción del campo que pertenecía a nuestro hermano Elimélec la tiene que vender Noemí, que ha vuelto del campo de Moab. 4 Por mi parte, pensé que debiera revelártelo, diciendo: ‘Cómprala enfrente de los habitantes y los ancianos de mi pueblo. Si quieres recomprarla, recómprala; pero si no quieres recomprarla, infórmamelo, sí, para que yo lo sepa, porque no hay otro aparte de ti que haga la recompra, y yo vengo después de ti’”. A lo cual él dijo: “Yo seré el que la recompre”. 5 Entonces dijo Boaz: “El día que compres el campo de mano de Noemí, también es de Rut la moabita, la esposa del muerto, de quien tienes que comprarlo para hacer que el nombre del muerto se levante sobre su herencia”. 6 A esto el recomprador dijo: “No puedo recomprarlo para mí, por temor de que arruine mi propia herencia. Recómpratelo tú con mi derecho de recompra, porque yo no puedo hacer la recompra”. 7 Ahora bien, esta era la costumbre en otros tiempos en Israel respecto al derecho de recompra y respecto a los cambios, para ratificar toda suerte de cosa: Un hombre tenía que quitarse su sandalia y darla a su prójimo, y esta era la atestación en Israel. 8 Por eso, cuando el recomprador dijo a Boaz: “Cómpratelo”, procedió a quitarse su sandalia. 9 Entonces Boaz dijo a los ancianos y a todo el pueblo: “Ustedes son testigos hoy de que en efecto compro de mano de Noemí todo lo que pertenecía a Elimélec y todo lo que pertenecía a Kilión y Mahlón. 10 Y también a Rut la moabita, la esposa de Mahlón, la compro para mí, sí, por esposa, para hacer que el nombre del muerto se levante sobre su herencia, y para que el nombre del muerto no sea cortado de entre sus hermanos y de la puerta de su lugar. Ustedes son testigos hoy”. 11 Ante esto, toda la gente que se hallaba en la puerta, y los ancianos, dijeron: “¡Testigos! Conceda Jehová a la esposa que entra en tu casa ser como Raquel y como Lea, las cuales dos edificaron la casa de Israel; y tú, demuestra tu mérito en Efrata y cobra renombre en Belén. 12 Y llegue a ser tu casa como la casa de Pérez, que Tamar le dio a luz a Judá, de la prole que Jehová te dé de esta joven”. 13 Por consiguiente, Boaz tomó a Rut y ella llegó a ser su esposa, y él tuvo relaciones con ella. De modo que Jehová le concedió a ella concebir, y ella dio a luz un hijo. 14 Y las mujeres empezaron a decir a Noemí: “Bendito sea Jehová, que no ha dejado que te faltara hoy un recomprador; para que su nombre sea proclamado en Israel. 15 Y él ha venido a ser restaurador de tu alma y uno que nutre tu vejez, porque tu nuera, que de veras te ama, que te es mejor que siete hijos, lo ha dado a luz”. 16 Y Noemí procedió a tomar al niño y ponerlo en su seno, y llegó a servirle de nodriza. 17 Entonces las vecinas le dieron nombre, diciendo: “Le ha nacido un hijo a Noemí”. Y empezaron a llamarlo por nombre Obed. Él es el padre de Jesé, padre de David. 18 Ahora bien, estas son las generaciones de Pérez: Pérez llegó a ser padre de Hezrón; 19 y Hezrón llegó a ser padre de Ram; y Ram llegó a ser padre de Aminadab; 20 y Aminadab llegó a ser padre de Nahsón; y Nahsón llegó a ser padre de Salmón; 21 y Salmón llegó a ser padre de Boaz; y Boaz llegó a ser padre de Obed; 22 y Obed llegó a ser padre de Jesé; y Jesé llegó a ser padre de David.

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"¡Hasta que expire no quitaré de mí mi integridad!" 
(Job 1:1–2:10; Daniel 6:1-28)

(Job 1:1-2:10) Sucedió que en la tierra de Uz hubo un hombre cuyo nombre era Job; y aquel hombre resultó sin culpa y recto, y temeroso de Dios y apartado del mal. 2 Y llegaron a nacerle siete hijos y tres hijas. 3 Y su ganado llegó a ser siete mil ovejas y tres mil camellos y quinientas yuntas de reses vacunas y quinientas asnas, junto con una servidumbre muy grande; y aquel hombre llegó a ser el más grande de todos los orientales. 4 Y sus hijos iban y celebraban un banquete en la casa de cada uno en su propio día; y mandaban a invitar a sus tres hermanas a comer y beber con ellos. 5 Y ocurría que, cuando los días de banquetear habían hecho el circuito completo, Job enviaba y los santificaba; y se levantaba muy de mañana y ofrecía sacrificios quemados conforme al número de todos ellos; porque, decía Job, “quizás mis hijos hayan pecado y hayan maldecido a Dios en su corazón”. Así hacía Job siempre. 6 Ahora bien, llegó a ser el día en que los hijos del Dios [verdadero] entraban para tomar su puesto delante de Jehová, y hasta Satanás procedió a entrar allí mismo entre ellos. 7 Entonces Jehová dijo a Satanás: “¿De dónde vienes?”. Ante esto, Satanás contestó a Jehová y dijo: “De discurrir por la tierra y de andar por ella”. 8 Y Jehová pasó a decir a Satanás: “¿Has fijado tu corazón en mi siervo Job, que no hay ninguno como él en la tierra, un hombre sin culpa y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?”. 9 Ante esto, Satanás contestó a Jehová y dijo: “¿Ha temido Job a Dios por nada? 10 ¿No has puesto tú mismo un seto [protector] alrededor de él y alrededor de su casa y alrededor de todo lo que tiene en todo el derredor? La obra de sus manos has bendecido, y su ganado mismo se ha extendido en la tierra. 11 Pero, para variar, sírvete alargar la mano, y toca todo lo que tiene, [y ve] si no te maldice en tu misma cara”. 12 Por consiguiente, Jehová dijo a Satanás: “¡Mira! Todo lo que tiene está en tu mano. ¡Solo que contra él mismo no alargues la mano!”. De manera que Satanás salió de ante la persona de Jehová. 13 Ahora bien, llegó a ser el día en que sus hijos y sus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito. 14 Y llegó un mensajero a Job, y procedió a decir: “Las reses vacunas mismas estaban arando y las asnas pastando al lado de ellas 15 cuando vinieron los sabeos haciendo una incursión y tomándolas, y a los servidores los derribaron a filo de espada; y yo logré escapar, yo solo, para informártelo”. 16 Mientras este todavía estaba hablando, llegó aquel y procedió a decir: “El mismísimo fuego de Dios cayó de los cielos, y fue ardiendo entre las ovejas y los servidores, y comiéndoselos; y yo logré escapar, yo solo, para informártelo”. 17 Mientras ese todavía estaba hablando, llegó otro y procedió a decir: “Los caldeos formaron tres partidas y fueron lanzándose contra los camellos y tomándolos, y a los servidores los derribaron a filo de espada; y yo logré escapar, yo solo, para informártelo”. 18 Mientras este otro todavía estaba hablando, llegó otro más y procedió a decir: “Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito. 19 Y, ¡mira!, vino un gran viento de la región del desierto, y se puso a golpear las cuatro esquinas de la casa, de manera que esta cayó sobre los jóvenes, y murieron. Y yo logré escapar, yo solo, para informártelo”. 20 Y Job procedió a levantarse, y a rasgar su vestidura sin mangas, y a cortarse el cabello de la cabeza, y a caer en tierra e inclinarse 21 y decir: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová mismo ha dado, y Jehová mismo ha quitado. Continúe siendo bendito el nombre de Jehová”. 22 En todo esto Job no pecó, ni atribuyó nada impropio a Dios. 
2 Después llegó a ser el día en que los hijos del Dios [verdadero] entraban para tomar su puesto delante de Jehová, y Satanás también procedió a entrar allí mismo entre ellos para tomar su puesto delante de Jehová. 2 Entonces Jehová dijo a Satanás: “¿Y tú, de dónde vienes?”. Ante esto, Satanás respondió a Jehová y dijo: “De discurrir por la tierra y de andar por ella”. 3 Y Jehová pasó a decir a Satanás: “¿Has fijado tu corazón en mi siervo Job, que no hay ninguno como él en la tierra, un hombre sin culpa y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? Todavía está reteniendo firmemente su integridad, aunque tú me incitas contra él para que me lo trague sin causa”. 4 Pero Satanás respondió a Jehová y dijo: “Piel en el interés de piel, y todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma. 5 Para variar, sírvete alargar la mano, y toca hasta su hueso y su carne, [y ve] si no te maldice en tu misma cara”. 6 Por consiguiente, Jehová dijo a Satanás: “¡Allí está en tu mano! ¡Solo ten cuidado con su alma misma!”. 7 De manera que Satanás salió de ante la persona de Jehová e hirió a Job con un divieso maligno desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. 8 Y él procedió a tomar para sí un fragmento de vasija de barro con el cual rasparse; y estaba sentado en medio de ceniza. 9 Finalmente su esposa le dijo: “¿Todavía estás reteniendo firmemente tu integridad? ¡Maldice a Dios, y muere!”. 10 Pero él le dijo: “Como habla una de las mujeres insensatas, tú también hablas. ¿Aceptaremos solamente lo que es bueno de parte del Dios [verdadero], y no aceptaremos también lo que es malo?”. En todo esto Job no pecó con sus labios.

(Daniel 6:1-28) Le pareció bueno a Darío, y colocó sobre el reino a ciento veinte sátrapas, quienes habían de estar sobre todo el reino; 2 y sobre ellos a tres altos funcionarios, de los cuales Daniel fue uno, para que estos sátrapas continuamente les dieran el informe y el rey mismo no saliera perdiendo. 3 Entonces este Daniel fue distinguiéndose constantemente sobre los altos funcionarios y los sátrapas, puesto que un espíritu extraordinario estaba en él; y el rey tenía la intención de elevarlo sobre todo el reino. 4 En aquel tiempo los altos funcionarios y los sátrapas mismos constantemente procuraban hallar algún pretexto contra Daniel respecto al reino; pero no había pretexto ni cosa corrupta alguna que pudieran hallar, puesto que él era digno de confianza y no se hallaba en él ninguna negligencia ni cosa corrupta. 5 Por consiguiente, estos hombres físicamente capacitados decían: “No hallaremos en este Daniel ningún pretexto en absoluto, excepto si [lo] tenemos que hallar contra él en la ley de su Dios”. 6 Por lo tanto, estos altos funcionarios y sátrapas mismos entraron en tropel al rey, y esto es lo que le decían: “Oh Darío el rey, sigue viviendo aun para tiempos indefinidos. 7 Todos los altos funcionarios del reino, los prefectos y los sátrapas, los altos oficiales reales y los gobernadores, han entrado en consejo juntos para establecer un estatuto real y dar vigor a un entredicho: que quienquiera que haga una petición a cualquier dios u hombre, por treinta días, excepto a ti, oh rey, sea arrojado en el foso de los leones. 8 Ahora, oh rey, dígnate establecer el estatuto y firmar el escrito, para que no se cambie, conforme a la ley de los medos y los persas, que no se anula”. 9 De acuerdo con esto, el rey Darío mismo firmó el escrito y el entredicho. 10 Pero Daniel, tan pronto como supo que el escrito había sido firmado, entró en su casa, y, las ventanas de su cámara del techo estando abiertas para él hacia Jerusalén, hasta tres veces al día se hincaba de rodillas y oraba y ofrecía alabanza delante de su Dios, como había estado haciendo regularmente antes de esto. 11 En aquel tiempo estos hombres físicamente capacitados mismos entraron atropelladamente y hallaron a Daniel haciendo petición e implorando favor delante de su Dios. 12 Entonces fue cuando se acercaron y estuvieron diciendo delante del rey, acerca del entredicho del rey: “¿No hay un entredicho que has firmado en el sentido de que cualquier hombre que haga petición de cualquier dios u hombre por treinta días excepto de ti, oh rey, sea arrojado en el foso de los leones?”. El rey respondía y decía: “El asunto está bien establecido según la ley de los medos y los persas, que no se anula”. 13 Ellos inmediatamente respondieron, y decían ante el rey: “Daniel, quien es de los desterrados de Judá, no les ha prestado atención ni a ti, oh rey, ni al entredicho que firmaste, sino que tres veces al día hace su petición”. 14 Por consiguiente, al rey, en cuanto oyó la palabra, esta le fue muy desagradable, y fijó [la] mente hacia Daniel para rescatarlo; y hasta la puesta del sol siguió esforzándose por librarlo. 15 Finalmente estos hombres físicamente capacitados mismos entraron en tropel al rey, y estuvieron diciendo al rey: “Fíjate, oh rey, que la ley que pertenece a los medos y los persas es que cualquier entredicho o estatuto que el rey mismo establece no ha de ser cambiado”. 16 De acuerdo con esto, el rey mismo dio orden, y trajeron a Daniel y lo arrojaron en el foso de los leones. El rey respondía y decía a Daniel: “Tu Dios a quien sirves con constancia, él mismo te rescatará”. 17 Y fue traída una piedra, y fue colocada en la boca del foso, y el rey la selló con su anillo de sellar y con el anillo de sellar de sus grandes, para que nada se cambiara en el caso de Daniel. 18 En aquel tiempo el rey fue a su palacio y pasó la noche en ayuno, y no se trajeron instrumentos musicales delante de él, y su propio sueño huyó de él. 19 Finalmente, el rey mismo, al rayar el alba, procedió a levantarse a la luz del día, y de prisa fue directamente al foso de los leones. 20 Y al llegar cerca del foso, gritó con voz triste aun a Daniel. El rey se expresaba y decía a Daniel: “Oh Daniel, siervo del Dios vivo, ¿ha podido tu Dios a quien sirves con constancia rescatarte de los leones?”. 21 Inmediatamente Daniel mismo habló hasta con el rey: “Oh rey, sigue viviendo aun hasta tiempos indefinidos. 22 Mi propio Dios envió a su ángel y cerró la boca de los leones, y no me han arruinado, puesto que delante de él se halló inocencia misma en mí; y también delante de ti, oh rey, ningún acto nocivo he hecho”. 23 Entonces fue cuando el rey mismo se alegró mucho, y ordenó que a Daniel mismo lo alzaran del foso. Y Daniel fue alzado del foso, y no se halló ningún daño en él, porque había confiado en su Dios. 24 Y el rey dio orden, y trajeron a aquellos hombres físicamente capacitados que habían acusado a Daniel, y en el foso de los leones los arrojaron, a ellos, sus hijos y sus esposas; y no habían llegado al fondo del foso antes que los leones hubieran logrado el dominio sobre ellos, y trituraron todos sus huesos. 25 Entonces fue cuando Darío el rey mismo escribió a todos los pueblos, los grupos nacionales y las lenguas que moran en toda la tierra: “¡Aumente muchísimo la paz de ustedes! 26 De delante de mí ha sido emitida una orden de que, en todo dominio de mi reino, la gente ha de temblar y temer delante del Dios de Daniel. Porque él es el Dios vivo y Aquel que dura hasta tiempos indefinidos, y su reino es uno que no será reducido a ruinas, y su dominio es para siempre. 27 Él está rescatando y librando y ejecutando señales y maravillas en los cielos y en la tierra, porque ha rescatado a Daniel de la garra de los leones”. 28 Y en cuanto a este Daniel, prosperó en el reino de Darío y en el reino de Ciro el persa.

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No se desanime si Jehová lo corrige 
(Jonás 1:4-15; 3:1–4:11)

(Jonás 1:4-15) Y Jehová mismo arrojó un gran viento en el mar, y llegó a haber una gran tormenta en el mar; y en cuanto a la nave, estaba a punto de ser destrozada. 5 Y los marineros empezaron a temer y a clamar por socorro, cada uno a su dios. Y siguieron arrojando al mar los objetos que había en la nave, para aligerar[la] de ellos. Pero Jonás mismo había bajado a las partes más recónditas de aquel barco de cubierta, y procedió a acostarse y a quedar profundamente dormido. 6 Al fin el capitán de la nave se le acercó y le dijo: “¿Qué te pasa, dormilón? ¡Levántate, clama a tu dios! Quizás el Dios [verdadero] muestre que le importamos, y no perezcamos”. 7 Y empezaron a decirse unos a otros: “Vengan, y echemos suertes, para que sepamos por causa de quién tenemos esta calamidad”. Y siguieron echando suertes, y finalmente la suerte cayó sobre Jonás. 8 De modo que le dijeron: “Dinos, sí, por favor, ¿por causa de quién tenemos esta calamidad? ¿Cuál es tu trabajo, y de dónde vienes? ¿Cuál es tu país, y de qué pueblo eres?”. 9 Ante aquello, él les dijo: “Soy hebreo, y temo a Jehová el Dios de los cielos, Aquel que hizo el mar y la tierra seca”. 10 Y los hombres empezaron a temer en gran manera, y pasaron a decirle: “¿Qué es esto que has hecho?”. Porque los hombres habían llegado a saber que era de delante de Jehová de donde él huía, porque les había dicho esto. 11 Finalmente le dijeron: “¿Qué debemos hacerte, para que el mar se nos aquiete?”. Porque continuamente el mar se hacía más tempestuoso. 12 Así que él les dijo: “Álcenme, y arrójenme al mar, y el mar se les aquietará; porque me doy cuenta de que por causa de mí está sobre ustedes esta gran tormenta”. 13 Pero los hombres trataron de abrirse camino para traer [la nave] de vuelta a tierra seca; pero no pudieron, porque el mar se hacía continuamente más tempestuoso contra ellos. 14 Y procedieron a clamar a Jehová y decir: “¡Ah, pues, oh Jehová, por favor no perezcamos por causa del alma de este hombre! ¡Y no pongas sobre nosotros sangre inocente, puesto que tú mismo, oh Jehová, has hecho según aquello en que te has deleitado!”. 15 Entonces alzaron a Jonás y lo arrojaron al mar; y el mar empezó a detenerse de su enfurecimiento.

(Jonás 3:1-4:11) Entonces la palabra de Jehová le ocurrió a Jonás por segunda vez, y dijo: 2 “Levántate, ve a Nínive la gran ciudad, y proclámale la proclamación que te voy a hablar”. 3 Ante aquello, Jonás se levantó y fue a Nínive según la palabra de Jehová. Ahora bien, resultaba que Nínive misma era una ciudad grande ante Dios, con distancia de tres días de camino. 4 Finalmente Jonás comenzó a entrar en la ciudad por distancia de un día de camino, y siguió proclamando y diciendo: “Solo cuarenta días más, y Nínive será derribada”. 5 Y los hombres de Nínive empezaron a poner fe en Dios, y procedieron a proclamar un ayuno y a ponerse saco, desde el mayor de ellos aun hasta el menor de ellos. 6 Cuando la palabra llegó al rey de Nínive, entonces él se levantó de su trono y quitó de sí su prenda de vestir oficial y se cubrió de saco y se sentó en las cenizas. 7 Además, mandó que se hiciera el pregón, e hizo que este se dijera en Nínive, por el decreto del rey y sus grandes, diciendo: “Ningún hombre ni animal doméstico, ninguna vacada ni rebaño, debe probar cosa alguna en absoluto. Ninguno debe tomar alimento. Ni siquiera agua deben beber. 8 Y que se cubran de saco, hombre y animal doméstico; y que clamen a Dios con fuerza y se vuelvan, cada uno, de su mal camino y de la violencia que había en sus manos. 9 ¿Quién hay que sepa si el Dios [verdadero] se vuelva y realmente sienta pesar y se vuelva de su cólera ardiente, de modo que no perezcamos?”. 10 Y el Dios [verdadero] llegó a ver las obras de ellos, que se habían vuelto de su mal camino; y por eso el Dios [verdadero] sintió pesar en cuanto a la calamidad de que había hablado que les causaría; y no [la] causó. 
4 A Jonás, sin embargo, esto le desagradó sumamente, y llegó a estar enardecido de cólera. 2 Por lo tanto, oró a Jehová y dijo: “Ah, pues, oh Jehová, ¿no era este un asunto mío, mientras yo estaba en mi propio suelo? Por eso proseguí y huí a Tarsis; porque sabía que tú eres un Dios benévolo y misericordioso, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa, y que sientes pesar en cuanto a la calamidad. 3 Y ahora, oh Jehová, quita, por favor, mi alma de mí, porque mejor es mi morir que mi estar vivo”. 4 A su vez, Jehová dijo: “¿Es con razón que te has enardecido de cólera?”. 5 Entonces Jonás salió de la ciudad y se sentó al este de la ciudad; y gradualmente se hizo allí una cabaña, para sentarse bajo ella en la sombra hasta ver lo que llegaría a ser de la ciudad. 6 De consiguiente, Jehová Dios asignó una calabaza vinatera, para que subiera sobre Jonás, de modo que llegara a ser sombra sobre su cabeza, para librarlo de su estado calamitoso. Y Jonás empezó a regocijarse mucho por la calabaza vinatera. 7 Pero el Dios [verdadero] asignó un gusano al ascender el alba al día siguiente, para que hiriera la calabaza vinatera; y esta gradualmente se secó. 8 Y sucedió que, tan pronto como el sol brilló, Dios también procedió a asignar un viento abrasador del este, y el sol siguió hiriendo la cabeza de Jonás, de modo que él se desmayaba; y siguió pidiendo que su alma muriera, y repetidamente decía: “Mejor es mi morir que mi estar vivo”. 9 Y Dios procedió a decir a Jonás: “¿Es con razón que te has enardecido de cólera en cuanto a la calabaza vinatera?”. Ante aquello, él dijo: “Con razón me he enardecido de cólera, hasta el punto de la muerte”. 10 Pero Jehová dijo: “Tú, por tu parte, sentiste lástima por la calabaza vinatera, por la cual no te afanaste, y que no hiciste crecer, la cual resultó ser el simple crecimiento de una noche y pereció como simple crecimiento de una noche. 11 Y, por mi parte, ¿no debería yo sentir lástima por Nínive la gran ciudad, en la cual existen más de ciento veinte mil hombres que de ningún modo saben la diferencia entre su mano derecha y su izquierda, además de muchos animales domésticos?”.

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La Palabra de Dios “es viva, y ejerce poder” 
(Marcos 4:35–5:43)

(Marcos 4:35-5:43) Y en aquel día, al anochecer, les dijo: “Pasemos a la otra ribera”. 36 Por eso, después de haber despedido ellos a la muchedumbre, lo llevaron en la barca, tal como estaba, y había con él otras barcas. 37 Ahora bien, estalló una grande y violenta tempestad de viento, y las olas seguían lanzándose dentro de la barca, de modo que faltaba poco para que la barca se llenara. 38 Pero él estaba en la popa, durmiendo sobre una almohada. De modo que lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que estemos a punto de perecer?”. 39 Con eso, él se despertó, y reprendió al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Calla!”. Y el viento se apaciguó, y sobrevino una gran calma. 40 De modo que les dijo: “¿Por qué se acobardan? ¿Todavía no tienen fe?”. 41 Pero ellos sintieron un temor extraordinario, y se decían unos a otros: “¿Quién, realmente, es este, porque hasta el viento y el mar le obedecen?”. 
5 Ahora bien, llegaron a la otra orilla del mar, al país de los gerasenos. 2 E inmediatamente después que él salió de la barca, vino a su encuentro de entre las tumbas conmemorativas un hombre bajo el poder de un espíritu inmundo. 3 Este tenía su guarida entre las tumbas; y hasta aquel entonces absolutamente nadie podía atarlo firmemente ni siquiera con una cadena, 4 porque muchas veces había sido sujetado con grilletes y cadenas, mas las cadenas las había roto con estallido, y los grilletes realmente quedaban hechos pedazos; y nadie tenía fuerzas para domarlo. 5 Y continuamente, noche y día, aquel estaba en las tumbas y en las montañas dando gritos y cortándose con piedras. 6 Pero al alcanzar a ver a Jesús desde lejos, corrió y le rindió homenaje, 7 y, habiendo clamado en alta voz, dijo: “¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te pongo bajo juramento por Dios que no me atormentes”. 8 Porque él le había estado diciendo: “Sal del hombre, espíritu inmundo”. 9 Pero se puso a preguntarle: “¿Cuál es tu nombre?”. Y él le dijo: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos”. 10 Y le suplicó muchas veces que no enviara a los espíritus fuera del país. 11 Ahora bien, allí junto a la montaña una gran piara de cerdos estaba paciendo. 12 De modo que ellos le suplicaron, diciendo: “Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos”. 13 Y él se lo permitió. Con eso, los espíritus inmundos salieron, y entraron en los cerdos; y la piara se precipitó por el despeñadero en el mar, unos dos mil de ellos, y uno tras otro se ahogaron en el mar. 14 Pero sus porquerizos huyeron y lo informaron en la ciudad y en la región rural; y la gente vino a ver qué era lo que había acontecido. 15 De modo que llegaron a Jesús, y contemplaron al endemoniado sentado, vestido y en su cabal juicio, este que había tenido la legión; y tuvieron temor. 16 También, los que lo habían visto les contaron cómo le había ocurrido esto al endemoniado, y acerca de los cerdos. 17 Así que comenzaron a suplicarle que se fuera de sus distritos. 18 Entonces, al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado se puso a suplicarle que le dejara continuar con él. 19 Sin embargo, él no le dejó, sino que le dijo: “Vete a casa a tus parientes, e infórmales acerca de todas las cosas que Jehová ha hecho por ti, y de la misericordia que te tuvo”. 20 Y él se fue y comenzó a proclamar en la Decápolis todas las cosas que Jesús había hecho por él, y toda la gente se admiraba. 21 Después que Jesús hubo pasado de nuevo a la ribera opuesta en la barca, se le reunió una gran muchedumbre; y él estaba a la orilla del mar. 22 Ahora bien, uno de los presidentes de la sinagoga, Jairo por nombre, vino, y, al verlo, cayó a sus pies 23 y le suplicó muchas veces, diciendo: “Mi hijita está gravísima. Sírvete venir y poner las manos sobre ella, para que recobre la salud y viva”. 24 Ante aquello, él se fue con él. Y le seguía una gran muchedumbre, y lo apretaba. 25 Ahora bien, había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, 26 y muchos médicos le habían hecho pasar muchas penas, y ella había gastado todos sus recursos y no se había beneficiado, sino que, al contrario, había empeorado. 27 Cuando ella oyó las cosas acerca de Jesús, vino por detrás, entre la muchedumbre, y le tocó la prenda de vestir exterior; 28 porque decía: “Si toco nada más que sus prendas de vestir exteriores, recobraré la salud”. 29 E inmediatamente se secó la fuente de su sangre, y sintió en su cuerpo que había sido sanada de la penosa enfermedad. 30 Inmediatamente, también, Jesús reconoció en sí mismo que de él había salido poder, y, volviéndose entre la muchedumbre, se puso a decir: “¿Quién tocó mis prendas de vestir exteriores?”. 31 Mas sus discípulos empezaron a decirle: “Ves la muchedumbre que te aprieta, y ¿dices tú: ‘¿Quién me tocó?’?”. 32 Sin embargo, él miraba alrededor para ver a la que había hecho esto. 33 Pero la mujer, atemorizada y temblando, sabiendo lo que le había pasado, vino y cayó delante de él y le dijo toda la verdad. 34 Él le dijo: “Hija, tu fe te ha devuelto la salud. Ve en paz, y queda sana de tu penosa enfermedad”. 35 Mientras él todavía estaba hablando, vinieron algunos hombres de la casa del presidente de la sinagoga y dijeron: “¡Tu hija murió! ¿Por qué molestar ya al maestro?”. 36 Mas Jesús, oyendo por casualidad la palabra que se hablaba, dijo al presidente de la sinagoga: “No temas, ejerce fe solamente”. 37 Y no dejó que nadie siguiera con él, sino Pedro y Santiago y Juan el hermano de Santiago. 38 De modo que llegaron a la casa del presidente de la sinagoga, y él contempló la ruidosa confusión y a los que lloraban y daban muchos plañidos, 39 y, después de entrar, les dijo: “¿Por qué causan ruidosa confusión y lloran? La niñita no ha muerto, sino que duerme”. 40 Ante aquello, ellos empezaron a reírse de él desdeñosamente. Pero, habiendo echado fuera a todos, él tomó consigo al padre y a la madre de la niñita y a los que estaban con él, y entró a donde estaba la niñita. 41 Y, tomando la mano de la niñita, le dijo: “Tál·i·tha cú·mi”, que, traducido, significa: “Jovencita, te digo: ¡Levántate!”. 42 E inmediatamente la jovencita se levantó y echó a andar, pues tenía doce años. Y en seguida estuvieron fuera de sí con gran éxtasis. 43 Pero él les ordenó repetidas veces que no dejaran que nadie se enterara de esto, y dijo que le dieran a ella algo de comer.

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Escuchemos y pongamos en práctica 
la palabra de Dios 
(Lucas 4:1-30; 1 Reyes 17:8-24)

(Lucas 4:1-30) Ahora bien, Jesús, lleno de espíritu santo, se apartó del Jordán, y el espíritu lo condujo por aquí y por allá en el desierto 2 por cuarenta días, mientras lo tentaba el Diablo. Además, no comió nada en aquellos días, y por eso, cuando estos hubieron concluido, tuvo hambre. 3 Entonces el Diablo le dijo: “Si eres hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”. 4 Pero Jesús le respondió: “Está escrito: ‘No de pan solamente debe vivir el hombre’”. 5 De modo que lo llevó hacia arriba y le mostró todos los reinos de la tierra habitada en un instante de tiempo; 6 y el Diablo le dijo: “Te daré toda esta autoridad y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada, y a quien yo quiera se la doy. 7 Por eso, si tú haces un acto de adoración delante de mí, todo será tuyo”. 8 Respondiendo, Jesús le dijo: “Está escrito: ‘Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado’”. 9 Entonces lo condujo a Jerusalén y lo apostó sobre el almenaje del templo y le dijo: “Si eres hijo de Dios, échate abajo desde aquí; 10 porque está escrito: ‘A sus ángeles dará encargo acerca de ti, que te conserven’, 11 y: ‘Te llevarán en sus manos, para que nunca des con tu pie contra una piedra’”. 12 Respondiendo, Jesús le dijo: “Dicho está: ‘No debes poner a prueba a Jehová tu Dios’”. 13 De modo que el Diablo, habiendo concluido toda la tentación, se retiró de él hasta otro tiempo conveniente. 14 Entonces Jesús volvió en el poder del espíritu a Galilea. Y su fama se extendió por toda la comarca. 15 También, enseñaba en las sinagogas de ellos, y era honrado por todos. 16 Y vino a Nazaret, donde había sido criado; y, según su costumbre en día de sábado, entró en la sinagoga, y se puso de pie para leer. 17 De modo que se le dio el rollo del profeta Isaías, y abrió el rollo y halló el lugar donde estaba escrito: 18 “El espíritu de Jehová está sobre mí, porque él me ungió para declarar buenas nuevas a los pobres, me envió para predicar una liberación a los cautivos y un recobro de vista a los ciegos, para despachar a los quebrantados con una liberación, 19 para predicar el año acepto de Jehová”. 20 Con eso enrolló el rollo, se lo devolvió al servidor, y se sentó; y los ojos de todos [los que estaban] en la sinagoga se fijaron atentamente en él. 21 Entonces comenzó a decirles: “Hoy se cumple esta escritura que acaban de oír”. 22 Y todos daban testimonio favorable acerca de él y se maravillaban de las palabras llenas de gracia que procedían de su boca, y decían: “Este es hijo de José, ¿verdad?”. 23 Entonces les dijo: “Sin duda me aplicarán esta ilustración: ‘Médico, cúrate a ti mismo; las cosas que oímos que sucedieron en Capernaum, hazlas también aquí en tu propio territorio’”. 24 Pero dijo: “En verdad les digo que ningún profeta es acepto en su propio territorio. 25 Por ejemplo, les digo en verdad: Había muchas viudas en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, de modo que vino una gran hambre sobre toda la tierra; 26 sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de aquellas [mujeres], sino únicamente a Sarepta en la tierra de Sidón, a una viuda. 27 También, había muchos leprosos en Israel en tiempo de Eliseo el profeta; sin embargo, ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el hombre de Siria”. 28 Entonces todos los que oyeron estas cosas en la sinagoga se llenaron de cólera; 29 y se levantaron y lo sacaron apresuradamente de la ciudad, y lo llevaron hasta la cumbre de la montaña sobre la cual había sido edificada la ciudad de ellos, para despeñarlo. 30 Mas él pasó por en medio de ellos y siguió su camino.

(1 Reyes 17:8-24) La palabra de Jehová ahora le vino, diciendo: 9 “Levántate, ve a Sarepta, que pertenece a Sidón, y tienes que morar allí. ¡Mira! Ciertamente daré orden allí a una mujer, una viuda, para que te suministre alimento”. 10 Por lo tanto, él se levantó y se fue a Sarepta, y entró por la entrada de la ciudad; y, ¡mire!, allí estaba una mujer, una viuda, recogiendo pedazos de leña. De modo que la llamó y dijo: “Por favor, consígueme un sorbo de agua en una vasija para beber”. 11 Cuando ella empezó a ir para conseguirlo, él pasó a llamarla y a decir: “Por favor, consígueme un pedacito de pan en tu mano”. 12 Por lo cual ella dijo: “Tan ciertamente como que vive Jehová tu Dios, no tengo torta redonda, sino un puñado de harina en el jarro grande y un poco de aceite en el jarro pequeño; y aquí estoy recogiendo unos cuantos pedazos de leña, y tengo que entrar y hacer algo para mí y mi hijo, y tendremos que comerlo y morir”. 13 Entonces le dijo Elías: “No tengas miedo. Entra, haz conforme a tu palabra. Solo que de lo que hay allí, hazme primero una pequeña torta redonda, y tienes que traérmela acá fuera, y para ti y tu hijo puedes hacer algo después. 14 Porque esto es lo que ha dicho Jehová el Dios de Israel: ‘El jarro grande de harina mismo no se agotará, y el jarro pequeño de aceite mismo no fallará hasta el día en que Jehová dé un aguacero sobre la superficie del suelo’”. 15 Por lo tanto, ella se fue e hizo conforme a la palabra de Elías; y continuó comiendo, ella junto con él y con su casa, por días. 16 El jarro grande de harina mismo no se agotó, y el jarro pequeño de aceite mismo no falló, conforme a la palabra de Jehová que él había hablado por medio de Elías. 17 Y después de estas cosas aconteció que el hijo de la mujer, el ama de la casa, enfermó, y su enfermedad llegó a ser tan grave que no quedó aliento en él. 18 Ante esto, ella dijo a Elías: “¿Qué tengo yo que ver contigo, oh hombre del Dios [verdadero]? Has venido a mí para que se recuerde mi error y para dar muerte a mi hijo”. 19 Pero él le dijo: “Dame tu hijo”. Entonces lo tomó del seno de ella y lo llevó arriba a la cámara en el techo, donde él moraba, y lo acostó sobre su propio lecho. 20 Y empezó a clamar a Jehová y a decir: “Oh Jehová mi Dios, ¿también sobre la viuda con quien estoy residiendo como forastero tienes que traer perjuicio, dando muerte a su hijo?”. 21 Y procedió a estirarse sobre el niño tres veces y a clamar a Jehová y a decir: “Oh Jehová mi Dios, por favor, haz que el alma de este niño vuelva dentro de él”. 22 Finalmente Jehová escuchó la voz de Elías, de modo que el alma del niño volvió dentro de él, y llegó a vivir. 23 Elías ahora tomó al niño y lo bajó desde la cámara en el techo hasta dentro de la casa, y se lo dio a su madre; y entonces dijo Elías: “Mira, tu hijo está vivo”. 24 Ante esto, la mujer dijo a Elías: “Ahora, de veras, sí sé que eres un hombre de Dios, y que la palabra de Jehová en tu boca es verdadera”.

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