lunes, 4 de septiembre de 2017

SEMANA DEL 4 AL 10 DE SEPTIEMBRE 2017


“Lloren con los que lloran”
“Sigan consolándose unos a otros y edificándose unos a otros” (1 TES. 5:11).
1, 2. ¿Por qué necesitamos hablar de cómo consolar a quienes han perdido a un ser querido? (Vea la foto del principio).
UNA hermana llamada Susi dijo: “Después de la muerte de nuestro hijo, sentimos un dolor insoportable durante casi un año”. Y un hermano cuenta que la inesperada muerte de su esposa le provocó “un dolor físico indescriptible”. Por desgracia, muchísimas personas pasan por situaciones como estas. Muchos siervos de Dios tal vez no esperaban que alguno de sus seres queridos falleciera antes del Armagedón. Si usted o un conocido suyo ha perdido un familiar o un amigo, tal vez se pregunte: “¿Qué ayuda se puede dar en estos casos?”.
Quizás hemos oído decir que el tiempo todo lo cura. Pero ¿es siempre así? Una cristiana viuda dijo: “Me parece más exacto decir que lo que te cura es lo que haces con tu tiempo”. Las heridas emocionales son como las heridas físicas: si las atendemos con cariño, se irán curando poco a poco. Entonces, ¿qué podemos hacer para aliviar el dolor que siente quien ha perdido a un ser querido?

JEHOVÁ ES “EL DIOS DE TODO CONSUELO”

3, 4. ¿Por qué estamos seguros de que Jehová comprende el dolor que sentimos cuando muere un ser querido?
Sin duda, la principal fuente de consuelo que tenemos es nuestro compasivo Padre, Jehová (lea 2 Corintios 1:3, 4). Él es el mejor ejemplo de empatía, es decir, la capacidad de comprender cómo se siente otra persona. Dios les asegura a sus siervos: “Yo mismo soy Aquel que está consolándolos” (Is. 51:12; Sal. 119:50, 52, 76).
Nuestro “Padre de tiernas misericordias” también ha sufrido la pérdida de seres queridos, como Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés y el rey David (Núm. 12:6-8; Mat. 22:31, 32; Hech. 13:22). La Biblia indica que Dios anhela que llegue el día en que les devolverá la vida (Job 14:14, 15). En ese tiempo, ellos serán felices y disfrutarán de salud perfecta. Recordemos que Dios también vio la horrible muerte de su amado Hijo, con quien estaba “especialmente encariñado” (Prov. 8:22, 30). No nos podemos imaginar el inmenso dolor que sintió Jehová (Juan 5:20; 10:17).
(2 Corintios 1:3, 4) Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de tiernas misericordias y el Dios de todo consuelo, 4 que nos consuela en toda nuestra tribulación, para que nosotros podamos consolar a los [que se hallan] en cualquier clase de tribulación mediante el consuelo con que nosotros mismos estamos siendo consolados por Dios.
5, 6. ¿Cómo nos consuela Jehová?
Podemos tener la total confianza de que Jehová nos ayudará. Así que no debemos dudar en abrirle nuestro corazón y contarle todo lo que sentimos. Nos reconforta saber que él comprende nuestro dolor y nos da el consuelo que tanto necesitamos. Pero ¿cómo lo hace?
Una manera es mediante “el consuelo del espíritu santo” (Hech. 9:31). Jesús prometió que “el Padre en el cielo” les daría con gusto su poderoso espíritu santo “a los que le piden” (Luc. 11:13). Susi, mencionada en el primer párrafo, dice: “Muchísimas veces le rogamos de rodillas a Jehová que nos diera consuelo. Y en cada ocasión sentimos que la paz de Dios guardaba nuestra mente y nuestro corazón” (lea Filipenses 4:6, 7).
(Filipenses 4:6, 7) No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo, por oración y ruego junto con acción de gracias, dense a conocer sus peticiones a Dios; 7 y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús.
JESÚS ES UN SUMO SACERDOTE COMPRENSIVO

7, 8. ¿Por qué podemos confiar en que Jesús nos consolará?
Lo que Jesús hizo y dijo cuando estuvo en la Tierra reflejó a la perfección el amor, la empatía y la compasión de su Padre, Jehová (Juan 5:19). Dios lo envió a la Tierra para consolar “a los quebrantados de corazón” y “a todos los que están de duelo” (Is. 61:1, 2; Luc. 4:17-21). Las personas podían ver que Jesús era muy compasivo, que comprendía su sufrimiento y que tenía un deseo sincero de ayudarlas (Heb. 2:17).
Cuando él era joven, sin duda tuvo que enfrentar la muerte de parientes y amigos. Según parece, su padre adoptivo, José, murió cuando Jesús tal vez rondaba los 20 años.* Imaginemos lo difícil que fue para alguien tan cariñoso como él tener que hacer frente a su dolor y al de su madre y sus hermanos.

Nota

La Biblia indica que José estaba vivo cuando Jesús tenía 12 años. Pero no menciona a José cuando Jesús hizo su primer milagro —convertir agua en vino— ni en ninguna ocasión posterior. Mientras Jesús estaba en el madero, le encargó al apóstol Juan que cuidara de su madre, María. De seguro, no habría hecho esto si su padre hubiera seguido vivo (Juan 19:26, 27).
9. ¿Cómo mostró Jesús empatía cuando Lázaro murió?
Durante su ministerio, Jesús mostró gran empatía y comprensión. Por ejemplo, cuando su querido amigo Lázaro murió, él sabía que lo iba a resucitar. Aun así, al ver el intenso dolor que sentían María y Marta, se conmovió tanto que no pudo evitar echarse a llorar (Juan 11:33-36).
10. ¿Por qué estamos seguros de que Jesús sigue conmoviéndose cuando nos ve sufrir?
10 ¿Cómo nos ayuda hoy día ver lo que Jesús hizo en el pasado? La Biblia dice: “Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y para siempre” (Heb. 13:8). Él es el “Agente Principal de la vida” y sabe lo que es sentir dolor. Por eso, puede ayudar a “los que están siendo puestos a prueba” (Hech. 3:15; Heb. 2:10, 18). Así que podemos estar seguros de que sigue conmoviéndose cuando nos ve sufrir. Él comprende nuestro dolor y nos consuela “al tiempo apropiado” (lea Hebreos 4:15, 16).
(Hebreos 4:15, 16) Porque no tenemos como sumo sacerdote a uno que no pueda condolerse de nuestras debilidades, sino a uno que ha sido probado en todo sentido igual que nosotros, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, por lo tanto, con franqueza de expresión al trono de la bondad inmerecida, para que obtengamos misericordia y hallemos bondad inmerecida para ayuda al tiempo apropiado.
“EL CONSUELO DE LAS ESCRITURAS”

11. ¿Qué versículos lo consuelan más a usted?
11 Aparte del relato de la muerte de Lázaro, que le causó tanto dolor a Jesús, la Biblia tiene muchos versículos que pueden consolarnos. Y esto no nos sorprende, “porque todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza” (Rom. 15:4). ¿Ha perdido usted a algún ser querido? En tal caso, los siguientes versículos pueden darle mucho consuelo:

LA CONGREGACIÓN ES UNA FUENTE DE MUCHO CONSUELO

12. ¿Cuál es una manera importante de consolar a los demás?
12 Los que han perdido a un ser querido también pueden encontrar consuelo en la congregación (lea 1 Tesalonicenses 5:11). ¿Cómo podemos fortalecer y consolar a quienes tienen “un espíritu que está herido”? (Prov. 17:22). Recordemos que hay “tiempo de callar y tiempo de hablar” (Ecl. 3:7). Veamos lo que dicen dos cristianas. Una viuda llamada Dalene explica: “Los dolientes necesitan expresar lo que piensan y sienten. Por eso, lo más importante que podemos hacer por ellos es escucharlos sin interrumpirlos”. Junia, cuyo hermano se suicidó, añade: “Aunque tal vez no podamos entender del todo lo que siente quien pierde a alguien, lo importante es que queremos comprenderlo”.
(1 Tesalonicenses 5:1) Ahora bien, en cuanto a los tiempos y a las sazones, hermanos, no tienen necesidad de que se les escriba nada.
13. ¿Qué debemos recordar?
13 Por otra parte, debemos recordar que cada persona siente y expresa su dolor de manera distinta. A veces, solo quien sufre entiende bien el dolor que siente, y puede que no le resulte fácil explicarlo. A eso se refiere la Biblia cuando dice: “El corazón se da cuenta de la amargura del alma de uno, y en su regocijo no se entremete ningún extraño” (Prov. 14:10). Y aun si la persona expresa lo que siente, puede que los demás no logren entender lo que trata de decir.
14. ¿Qué más podemos hacer para consolar a quienes sufren?
14 Por todo esto, puede que nos cueste saber qué decirles a quienes están destrozados por el dolor. Aun así, la Biblia dice que “la lengua de los sabios es una curación” (Prov. 12:18). Muchos cristianos encuentran ideas para consolar a los demás en el folleto Cuando muere un ser querido.* Con todo, en muchas ocasiones, lo más útil que podemos hacer es seguir este consejo: “Lloren con los que lloran” (Rom. 12:15). Una hermana viuda llamada Gaby dice: “Las lágrimas se han convertido en mi manera de expresar mis sentimientos. Por eso, me sirve de consuelo que mis amigos lloren conmigo. En esos momentos de dolor, no me siento tan sola”.

Nota

Vea también el artículo “Jesús supo consolar a sus amigos”, de La Atalaya del 1 de noviembre de 2010.
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La Atalaya del 1 de noviembre de 2010
*** w10 1/11 págs. 9-11 Jesús supo consolar a sus amigos ***
Jesús supo consolar a sus amigos
LÁZARO, que vivía en Betania, estaba muy enfermo. Sus hermanas, Marta y María, sabían que la situación era grave, así que mandaron mensajeros para avisar a su buen amigo Jesús. Por desgracia, la vida de Lázaro terminó apagándose. Tras el entierro, muchos amigos y vecinos fueron a darles el pésame a las dos hermanas (Juan 11:19). Finalmente, también llegó Jesús. ¿Qué hizo entonces? ¿Qué les dijo a sus queridas amigas? Examinemos su ejemplo, y así aprenderemos la mejor manera de consolar a quienes han perdido a un ser querido.
Esté a su lado
Para llegar, Jesús tuvo que cruzar el río Jordán, pasar por Jericó y recorrer un sinuoso camino que subía hasta Betania. En total, el viaje le tomó un par de días. Tan pronto como Marta se enteró de su llegada, fue a recibirlo a las afueras del pueblo. María lo supo después, y también corrió a su encuentro (Juan 10:40-42; 11:6, 17-20, 28, 29). Sin duda, tuvo que ser un gran consuelo para ambas ver allí a Jesús.
De aquí extraemos la primera lección: que nuestra presencia es muy importante. Así lo demuestra el caso de Scott y Lydia, quienes perdieron en un accidente a su hijo de seis años, llamado Theo. Ellos explican: “Lo que más necesitábamos era tener cerca a nuestros familiares y amigos. Se levantaron en plena noche y fueron directamente al hospital”. Pero, en una situación así, ¿qué podían decirles para consolarlos? “No hacía falta que dijeran nada —asegura la pareja—. Lo importante es que estaban ahí.”
Pero volvamos al relato de Lázaro. La Biblia revela que, cuando Jesús vio a los presentes llorando, se conmovió tanto que “cedió a las lágrimas” (Juan 11:33-35, 38). Como vemos, no le parecía que llorar fuera cosa de mujeres. Le dolía ver sufrir a sus amigos y no le importaba expresar en público sus sentimientos. ¿Qué nos enseña esto? Que no hay por qué reprimir las lágrimas si se nos parte el corazón al ver a nuestros amigos llorando (Romanos 12:15). Por otro lado, tampoco hay por qué obligar a los dolientes a exteriorizar su dolor; algunos prefieren llorar en privado.
Escúcheles
Es probable que, al llegar, Jesús ya tuviera pensadas algunas palabras de aliento para Marta y María. No obstante, al parecer dejó que ellas hablaran primero (Juan 11:20, 21, 32). Y cuando comenzó a hablar con Marta, le planteó una pregunta y escuchó atento su respuesta (Juan 11:25-27).
Y es que, al escuchar con interés a una persona, le demostramos que de verdad nos importa. Por tanto, es necesario prestar mucha atención a lo que nos diga el doliente. También conviene hacerle preguntas que le confirmen que nos interesamos por su bienestar. Ahora bien, si no desea hablar, no se le debe forzar. No hay que olvidar que puede estar agotado física y emocionalmente.
Asimismo, hay que tener en cuenta que, en estas situaciones, las personas a veces no pueden pensar con claridad, e incluso repiten las mismas frases una y otra vez. Quizás haya quienes sean muy francos al expresar sus emociones. Por ejemplo, tanto Marta como María le dijeron a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto” (Juan 11:21, 32). ¿Cómo reaccionó Jesús? En lugar de darles un sermón sobre cómo deberían sentirse, las escuchó con paciencia y comprensión. Él sabía que el ser humano puede responder de formas inesperadas ante un fuerte golpe emocional.
Veamos otro punto. Cuando visitamos al familiar de un fallecido, puede ocurrir que no sepamos qué decir. Tal vez baste con preguntar: “¿Tienes ganas de hablar?”. Si la persona responde que sí, centrémonos en lo que nos cuente. Mirémosla mientras nos habla y esforcémonos por comprender sus sentimientos.
Por supuesto, hacer esto no será fácil. Lydia, mencionada antes, explica cómo se sentían ella y su esposo: “Había momentos en que nos daba por llorar delante de todos, y entonces nos hacía falta que alguien nos dijera algo positivo. Nuestros amigos hacían cuanto podían por entender lo que necesitábamos en cada momento”.
En esto, Jesús fue el ejemplo perfecto. Él sabía que cada persona sufre “su propia plaga y su propio dolor” (2 Crónicas 6:29). Por eso, no trató a las dos hermanas de Lázaro de igual manera. Marta quería hablar, así que siguió conversando con ella. Pero como María estaba llorando, no le habló mucho (Juan 11:20-28, 32-35). Esto nos enseña otra lección: hay que dejar que sea el doliente quien decida el rumbo que tomará la conversación. Pocas cosas le consolarán tanto como tener a su lado un oído amigo.
Hábleles
Cuando Marta y María dijeron: “Si hubieras estado aquí...”, Jesús no se ofendió ni les recriminó su actitud. Al contrario, confortó a Marta respondiéndole: “Tu hermano se levantará” (Juan 11:23). Esas cuatro palabras fueron suficientes para que ella recordara que había una esperanza.
Así pues, nunca subestimemos el valor de dedicarle a nuestro amigo unas bondadosas palabras de ánimo, por pocas que sean. También podemos escribirle una carta o una tarjeta; así, siempre que lo necesite, podrá volver a leerla y se sentirá mejor. Eso le ocurrió a una mujer llamada Kath. Nueve meses después de perder a su esposo, Bob, ella releyó todas las tarjetas que había recibido. “Me ayudaron más que la primera vez —asegura—. Fue entonces cuando me consolaron de verdad.”
¿Qué se puede escribir en estas tarjetas? Tal vez algún comentario positivo sobre el fallecido, o quizás algún recuerdo bonito. La propia Kath explica: “Las cosas que me contaban sobre Bob y su personalidad me hacían reír y llorar al mismo tiempo. Las anécdotas me recordaban los buenos tiempos que pasamos juntos y lo felices que fuimos. Además, muchas tarjetas citaban versículos bíblicos muy animadores. Las guardo con mucho cariño”.
Ayúdeles
Jesús ayudó a la familia de Lázaro de un modo extraordinario: resucitando a su amigo (Juan 11:43, 44). Claro, nosotros no podemos hacer milagros, pero hay otras cosas que sí están a nuestro alcance: llevar comida, ofrecer alojamiento a visitantes que vengan de lejos, lavar ropa, cuidar de los niños, hacer diligencias o proporcionar transporte. Gestos como estos son sencillos, pero se agradecen muchísimo.
Por supuesto, habrá momentos en que nuestro amigo necesite estar solo. Con todo, conviene que nos aseguremos de mantenernos en contacto. Cierta madre que perdió a un hijo explica: “El duelo no dura un período fijo de tiempo, no tiene una fecha límite”. En vista de esto, hay quienes señalan en el calendario días claves para su amigo, como el del fallecimiento del familiar o el de su aniversario de bodas. Así pueden ofrecerle su valiosa compañía en esos difíciles momentos (Proverbios 17:17).
¿De qué otra forma ayudó Jesús a sus amigos? Recordemos que él les había dicho a sus discípulos: “Nuestro amigo Lázaro está descansando, pero yo me voy allá para despertarlo del sueño” (Juan 11:11). Ya antes, Jesús había enseñado que los muertos van a resucitar. Esta misma esperanza consoló a Marta, pues cuando Jesús le preguntó si tenía fe en ella, Marta contestó que sí (Juan 11:24-27).
Y usted, ¿también tiene fe en que Jesús resucitará a quienes han fallecido? En tal caso, hábleles de ello a los amigos que han perdido a un ser querido. Así imitará a Jesús y se convertirá en una fuente de ayuda y consuelo para quien más lo necesita (1 Juan 3:18).
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15. Si nos cuesta decir algo en persona, ¿qué podemos hacer para dar consuelo? (Vea también el recuadro “Qué podemos decir para consolar a los demás”).
15 Si nos cuesta decir algo en persona, quizás nos resulte más fácil expresarlo con una tarjeta, un correo electrónico, un mensaje de texto o una carta. Podemos citar un versículo consolador, contar algo bonito sobre el fallecido o hablar de algo que recordamos con cariño. Junia dice: “No tengo palabras para expresar cuánto me ayuda recibir una nota con un mensaje animador o una invitación de una hermana para pasar un rato juntas. Esos detalles me recuerdan que hay gente que me quiere y me cuida”.

Qué podemos decir para consolar a los demás
Veamos varios ejemplos de lo que algunos han escrito para consolar a sus hermanos:
  • “En estos momentos, no hay mucho que podamos decir; solo que te queremos. Aunque ninguno de nosotros sabe lo que estás sufriendo, Jehová sí te comprende y te ayudará a seguir adelante. Seguiremos orando por ti”.
  • “Que Jehová te dé fuerzas para superar esta triste pérdida”.
  • “Cuánto nos reconforta saber que está en la memoria perfecta de Jehová y que él pronto lo resucitará”.
  • “Nos consuela saber que pronto lo veremos de nuevo en el Paraíso y que nunca más se enfrentará al último enemigo, la muerte. Mientras ese día llega, recordaremos sus obras de fe”.
  • “No hay palabras para expresar el dolor que sentimos al perder a un ser querido. Pero tampoco habrá palabras para expresar la alegría que sentiremos cuando Jehová lo devuelva a la vida”.
16. ¿Cuál es otra manera muy eficaz de dar consuelo?
16 También es muy útil orar por los que sufren y hacer oraciones con ellos. Es cierto que orar en esas situaciones puede ser muy difícil. Tal vez lloremos y se nos quiebre la voz. Pero las oraciones sinceras pueden aliviarles mucho el dolor que sienten. Dalene, mencionada en el párrafo 12, recuerda: “A veces, cuando las hermanas vienen a consolarme, les pregunto si pueden hacer una oración. Cuando empiezan a orar, les cuesta hablar. Pero poco a poco su voz se va haciendo más fuerte y terminan haciendo una oración muy sentida. Su fe sólida, su amor y su interés fortalecen mucho mi fe”.

SIGAMOS CONSOLANDO A NUESTROS HERMANOS

17-19. ¿Por qué debemos seguir consolando a nuestros hermanos?
17 Como cada persona es distinta, el período de duelo no dura lo mismo en todos los casos. Por eso, debemos ofrecernos para ayudar no solo durante los primeros días, cuando muchos parientes y amigos están cerca. También debemos ofrecernos durante los siguientes meses, cuando otros han vuelto a su vida normal. Proverbios 17:17dice: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia”. Debemos tratar de dar consuelo tanto tiempo como la persona lo necesite (lea 1 Tesalonicenses 3:7).
(1 Tesalonicenses 3:7) Por eso, hermanos, hemos sido consolados respecto a ustedes en toda nuestra necesidad y tribulación mediante la fidelidad que ustedes muestran,
18 Recordemos que la tristeza puede regresar en cualquier momento. Puede ser por un aniversario, una canción, una fotografía, una actividad o incluso un olor, un sonido o una época del año. Para quien ha enviudado puede ser muy duro hacer algunas cosas por primera vez sin su pareja, como ir a una asamblea o a la Conmemoración. Un hermano viudo cuenta: “Esperaba que mi primer aniversario de bodas sin mi esposa fuera muy doloroso, y lo fue. Pero varios hermanos y hermanas organizaron una pequeña reunión con mis mejores amigos para que no estuviera solo”.
19 Tengamos presente que la persona no solo necesitará ánimo en fechas especiales. Junia explica: “A menudo, el apoyo y la compañía que te ofrecen cuando no hay ningún aniversario cerca pueden ser muy beneficiosos. Esas ocasiones espontáneas son muy valiosas y consuelan mucho”. Claro está, no podemos eliminar toda la tristeza ni llenar el vacío que siente quien sufre la muerte de un ser amado. Pero podemos hacer muchas cosas para consolarlo (1 Juan 3:18). Gaby recuerda: “Le doy muchas gracias a Jehová porque los ancianos me ayudaron con amor y no me dejaron sola en los momentos difíciles. Me hicieron sentir que en todo momento Jehová me rodeaba con sus amorosos brazos”.
20. ¿Por qué nos consuelan las promesas de Jehová?
20 Nos reconforta saber que Jehová, el Dios de todo consuelo, eliminará para siempre el dolor cuando “todos los que están en las tumbas conmemorativas” oigan la voz de Cristo y resuciten (Juan 5:28, 29). Dios ha prometido que “se tragará a la muerte para siempre” y “limpiará las lágrimas de todo rostro” (Is. 25:8). Cuando llegue ese día, en vez de llorar “con los que lloran”, los que vivan en la Tierra se regocijarán “con los que se regocijan” (Rom. 12:15).
¿LO RECUERDA?
  • ¿Cómo nos consuela Jehová?
  • ¿Qué versículos pueden consolar a quien ha perdido a un ser querido?
  • ¿Cómo puede consolar la congregación a los dolientes?
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Los motivos de nuestro gozo

  1. 1.Mi pecho palpita con fuerza,
    rebosa de felicidad.
    Personas de toda la Tierra
    aceptan servir a Jehová.
    Me llena de gran alegría
    tener la Palabra de Dios.
    Sus páginas siempre me guían
    y son una gran bendición.
    La llama del gozo reside
    muy dentro de mi corazón.
    Si vienen problemas y pruebas,
    Jehová me dará protección.
    (ESTRIBILLO)
    ¡Qué gozo servir a Jehová!
    Me llena de fe y de paz.
    Mi Dios me dará inmensa bondad
    si obro con fidelidad.
  2. 2.Con fascinación observamos
    el libro de la creación:
    los cielos, el mar y la tierra
    que Dios con su mano formó.
    En todos los pueblos y lenguas
    hablamos del Reino de Dios.
    Las nuevas de su nacimiento
    llevamos a todo rincón.
    Muy pronto vendrán bendiciones
    que ha prometido Jehová.
    Al fin viviremos felices
    por toda la eternidad.
    (ESTRIBILLO)
    ¡Qué gozo servir a Jehová!
    Me llena de fe y de paz.
    Mi Dios me dará inmensa bondad
    si obro con fidelidad.
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